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martes, junio 24, 2025
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Perú y Chile: algo para reflexionar

A través del cristal
Willian Gallegos Arévalo
columnista

Esta mañana será de euforia para el Perú, y desazón para Chile si la sentencia recoge la demanda peruana que, a todas luces, es justa. Y si ocurre lo contrario, las declaraciones y actitudes triunfalistas dejarán en ridículo a quienes han pretendido manipular a la opinión pública motivados por sus enfermizos egos y cálculos políticos.

No me pareció correcto que políticos corruptos hayan venido atizando el candelero sobre una probable sentencia favorable al país, además de querer ser protagonistas permanentes, cuando deberían estar, o en Piedras Gordas, o en sus propios feudos, o en centros de tratamiento siquiátrico. Darles protagonismo permanente dice poco de la ciudadanía, tan proclive a los gestos demagógicos de cualquier bribón que se cree valedero y siempre pretender dictar la agenda de cómo debe gobernarse nuestro país.

El tema con Chile ha sido un asunto que ha devenido en permanente desde la década de los treinta del siglo XIX, cuando militares peruanos tuvieron que recurrir al apoyo de Chile para hacer frente a las pretensiones del general boliviano Santa Cruz, que había diseñado la efímera Confederación Peruana-Boliviana. Un hecho histórico ocultado por la historia oficial fue la batalla de Yungay (Ancash), donde el ejército restaurador organizado en Chile, y con la participación decisiva de Ramón Castilla y Agustín Gamarra derrotarían a los confederados, dando fin la Confederación Peruana-Boliviana, pero que en Chile se considera un triunfo histórico de ellos. Disuelta la Confederación, poco tiempo después, en una guerra entre Perú y Bolivia (1841 y 1842), los antiguos “restauradores”, Castilla y Gamarra son derrotados en Ingavi (Bolivia), donde murió el segundo.

El momento que vivimos, además de que los peruanos debemos defender y afirmar nuestros derechos, es necesario una reflexión de lo que somos como país. Como ya sabemos, somos un país anómico, con cierta cultura de pusilanimidad, y con una indiferencia absoluta que no nos permite enfrentar los grandes desafíos que tenemos, porque los corruptos que fungen de líderes con el apoyo de sus bases políticas, han desarrollados un espíritu de cuerpo, para convertir en santos a sus delincuentes líderes, que no permite debatir los grandes temas nacionales, pues solo les interesa sus partidos, cuando no los intereses de las cúpulas. Todo esto ha contribuido para que ningún gobierno haya exigido que se cumpla el Tratado de 1929 (“los chilenos se pueden enojar”, diría un político delincuente), que nos hace reflexionar sobre los verdaderos alcances de un análisis de Víctor Andrés Belaunde referente a las consecuencias de los compromisos incumplidos, que ha publicado “Hildebrandt en sus Trece”.

Como peruanos nos interesa que se respeten los derechos del país. Pero la clase política, ejecutora de los intereses de los grupos de poder, no ha permitido el desarrollo de una política de fortalecimiento de la autoestima nacional y de defensa de los intereses del país. Toda nuestra formación educativa ha sido orientada a eso de ser “buenas gentes”, y no a tener una política de estado de la afirmación de la peruanidad. Por eso, cedimos a Brasil más de 450,000 kilómetros cuadrados, “en aras de la paz sudamericana”, o porque no supimos defender nuestros territorios, pero el tema de fondo es que la clase dirigente del país, con sus felipillos políticos, han contribuido decisivamente a la desmembración del país. Hoy están formando alianzas comerciales tan consolidadas, solo dando opiniones supuestamente defensoras de los interés del país. Porque la historia se repite. Los políticos y la clase dirigente se encuentran haciendo lo mismo, como en los días previos de la guerra con Chile de 1879. Nada han aprendido.

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