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sábado, diciembre 7, 2024
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La podredumbre en el más alto nivel

El orgullo peruano, logrado por nuestros antepasados Incas y otras etnias, cada vez va destiñéndose. El nivel de prosperidad alcanzado por nuestros Incas se basó solo al cumplimiento de tres reglas: No robar, no ser haragán y no mentir. También se debió a la organización social. Todas las personas estaban debidamente registradas. El sistema gubernamental sabía de las actividades que hacía cada persona, y eso que en aquel entonces no hubo computadoras, pero sí kipus. Todo el mundo estaba en actividad, haciendo las tareas del día para la familia o para el Estado. La autoridad gubernamental se ganaba con el ejemplo. ¿Cómo una autoridad podría supervisar o fiscalizar si es la primera en cometer esos errores?

Los tres últimos gobiernos nacionales están seriamente cuestionados. ¡Qué gigantesca vergüenza! Al parecer, los tres han danzado en el mismo lodo de la corrupción. Los tres viven culpando al anterior de ellos de “gobierno corrupto”, de cometer “lesa humanidad”; pero, esa abierta y férrea culpabilidad no era ni es otra cosa que colocar paños oscuros al otro, para que en el interno el corrupto haga de las suyas y “nadie” se fije en él y que supuestamente nunca la gente llegaría saber. Bajo esta metodología tonta, de criticar al otro para que nadie se fije en mí, han actuado todos, tanto el cuarto como los últimos tres, han cometido barrabasadas que atentaron contra los pobladores y contra los intereses serios del país. Evaluando los niveles de idioteces hechos por estos cuatro gobiernos, sin temor a equivocarse, podrían calificarse con cierto grado de conmiseración, como traición a la patria. Pero ¿Quién da esa justa sentencia? Los ratones justos se miran, dan la vuelta y nadie se anima ponerles los cascabeles a los corruptos gatos. Claro, porque los “justos” ratones también viven en ese medio lodazal de la corrupción, aunque un “ingenuo” gato cometió la torpeza de elevarles el sueldo, para “dizque” ya no sean corruptos y hagan bien su trabajo ¿se logró el objetivo?, quizá en un diez por ciento, pero, al parecer el lodo sigue hirviendo en esa jungla.

Entonces el milagro de San Martín de Porres sigue vigente, gatos y ratones conviven, aunque quizá no juguetean, pero allí están juntos, cada cual haciendo lo suyo, sin importar que sus actos estén en contra de los sagrados intereses de un pueblo que los eligió, creyendo en sus gestos y palabras. Ah, de repente, la tercera fuerza puede ser la salvadora, que ponga en orden, que cambie de música y se dance en otro ritmo. Pero, ¿por qué podría ser diferente? ¿Por qué cambiaría la música? No, la música de la corrupción está muy bien, los hace sentir en familia íntima, muy unida. Todos estos vivos solo han pensado y piensan en el “dios dinero”. Las funciones encomendadas por el Estado, y funcionarios bien pagados, han sido moldeadas al cumplimiento de su único objetivo, sin importar del supuesto colorido de la agrupación política, de izquierda, centro o derecha. ¿El pueblo? Cuál pueblo. “Esta es mi oportunidad de hacer “plata” con los recursos del pueblo, a cualquier precio, si tengo que matar mataré, si tengo que ahogar a los pobres los ahogaré, después de todo son gente de sexta categoría, qué importancia tiene”, concluye un grandilocuente Presidente. Entonces, los integrantes de la tercera fuerza, están obligados a aprobar las leyes acorde a las conveniencias de la mayoría: “Por algo somos mayoría, ¿no es cierto?” concluye uno de ellos, es aquel a quien se le ha ocurrido hablar hasta para los codos, aunque hable barbaridades. Esta tercera fuerza, ladra en el vacío, solo pensando en su agrupación política. ¿El pueblo? ¿Cuál pueblo? “Al pueblo se le engaña solo en las fiestas navideñas y en la campaña, con panetones y caramelos”, dice otro. Esta fuerza ingresa a cumplir sus funciones con brío; pero, cuando cada uno ve que de pronto su tarjeta bancaria se infla de abundante dinero, prefiere callar, callar y callar. Qué importa si es de izquierda o centro.

Así, bajo este catastrófico panorama, del nivel social de Sodoma y Gomorra, al parecer las puertas aceradas y con inmensos barrotes de fierro, han sido cerradas y “ya no hay escapatoria”. Así, solo queda esperar que las ciudades ardan con fuego alto e interminable. O tal vez, Dios cambie de opinión, de permitir otra inundación como en el tiempo de Noé. En verdad, si la podredumbre de la corrupción ya está en el más nivel, ¿quién o quienes salvarán al país? Queda una diminuta ventana. Que las pocas personas honestas, que temen a Dios, se unan y tengan la oportunidad de gobernar en los tres niveles de gobierno, por el lapso mínimo de diez años. Para lo cual, los ladradores del vacío, tuviesen esa gentileza, esa luz milagrosa, de aprobar una ley electoral donde la campaña se realice sin dinero, sin regalos, sin prebendas. Entonces, se garantiza que el gobierno con temor a Dios, actuará exento de presión económica, de chuponeos de audios y de porcentajes bajo la mesa.

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