Por Willian Gallegos Arévalo
Es una constatación nacional que casi todos los políticos nos están fallando. Los pocos congresistas con los que pude conversar y mostraron interés en los temas que traté fueron Tomás Gonzales Reátegui, Arturo Maldonado Reátegui y Víctor Daniel Coral Pérez. Con Rolando Reátegui Flores sostuve una larga conversación para ver el tema de la deuda agraria. Sería justo y mezquino no reconocerlo. ¿Y los demás? ¡Pues que se los lleve el río Mayo!
Existía una constante que los políticos de antes tenían y que ha desaparecido en los de hoy: empatía. Todos podíamos darnos cuenta que esos congresistas de antes sabían que tenían la misión de servir; los de hoy nos dicen en nuestra cara pelada: “ñañito, primero mis intereses y privilegios”.
Pero con lo que digo no quiero idealizar a los políticos de antaño, porque la política es también el arte de hacerle creer a la gente que todo es una maravilla. Tampoco, tampoco.
Hace algún tiempo, el abogado y periodista Héctor Adolfo Morey Zumba, citó en su programa radial una frase que me gustó: “No podemos poner nuestra esperanza en un político”, que tiene muchas connotaciones y, en mi opinión, se resume en un sentimiento de confianza. Y también tenemos otra: “La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”, que pareciera ser el paradigma de los políticos de hoy.
Lq política existe desde que el hombre vivía en las cavernas y domina nuestras vidas; hoy se ha convertido en un arte: el de vivir bien y asegurar el futuro teniendo poder personal, más no para servir. La verdadera política es el arte de tomar decisiones para el bien común, pero ahora es la picardía hecha arte para llenar los bolsillos de los pervertidos que se meten a hacer política. Por lo tanto, el mal político no se corrompe con el poder: llega al poder corrompido. [En mi artículo “Los caricojudos”, de la semana pasada, abordo el tema].
Somos nosotros quienes hacemos a los políticos, porque les permitimos todas sus majaderías. La experiencia diaria podría ser demostración de este casi aserto. Por ejemplo, dale poder a un aventurero e inútil y este se creerá la última chupada del mango. Y estas situaciones pasan “porque suceden” al no funcionar el control político, entendido como un procedimiento para vigilar los actos y conductas de aquellos a quienes les dimos poder para gobernar en nuestro nombre. ¿Y la gobernanza? ¿La rendición de cuentas?
Pero no todo está perdido. Todo dependerá de que los electores sepan separar la paja del trigo al momento de elegir, pues también se presentan candidatos que pueden recoger y hacer realidad las esperanzas ciudadanas: el bien común, el interés común y el interés público. Que los que gestionan la función pública deben entregar valor público, también. Por ejemplo, ahí tenemos al Comité de Gestión Regional Agrario, CGRA, espacio de consenso que los alcaldes provinciales lo vienen “basureando”, antes de entender de qué se trata, (Comunicando Bosque y Cultura).