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viernes, mayo 16, 2025
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Polvos mágicos

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Se odian unos a otros, beben sin cesar, a veces maltratan hasta matar, la pasión domina su alma y la tentación los absorbe. Los siete pecados capitales se quedan cortos en sus vidas, pero ¡ojo! sucede un milagro, se echan unos polvos mágicos y todo cambia en un abrir y cerrar de ojos.

Realizan populares obras sociales con la única finalidad de figurar y volverse la mejor persona del año con todos aquellos a los que llamaron marginales, pero que ahora, son sus hermanos del alma. Dicen que la navidad inspira amor, paz, felicidad y todo ese rollo existencial que te hace prometer ser mejor persona, sin embargo, prefiero esperar a que se caigan todas esas caretas después de año nuevo y reírme cuando empiece la matanza unos de otros.

Bueno, algo similar me pasa, debo admitirlo, dentro de mi esquema mental no puedo ser la mujer cándida, buena gente, que intenta ser la madre Teresa de Calcuta, simplemente ¡no puedo! Hace unos días accedí a participar de esas cenas navideñas con el fin de confraternizar, para mi mala suerte un “grupete” de varones que estaban en la mesa conmigo, empezaron a relamerse por un short que llevaba puesto, hasta ese momento tuve que aguantar esa escena perturbadora, pero esta situación no quedo ahí, lo peor vino después, cuando al pasar, uno de ellos me tocó el trasero. Me puse de mil colores, los sentimientos de rabia, indignación y de histeria se apoderaron de mí, pero al mismo tiempo me ubicaron en un contexto en el que entendí que ni luces, ni villancicos, ni todo ese ambiente navideño te vuelve la mejor persona del mundo en navidad. Porque en ese instante, mis fuerzas internas desearon que un camión atropelle al individuo que se atrevió a faltarme el respeto y al que no pienso volver a hablar aunque tenga que verlo a diario. “No al rencor”, eso es una reverenda tontería.

El mundo no va cambiar en un día. El compañero de trabajo que te quiere comer a como dé lugar no cambiará por navidad, la amiga que quiere con tu novio seguirá con ese objetivo sea diciembre o julio, el familiar con el que no desearías tener lazos sanguíneos porque es el ser más despreciable, seguirá siendo malévolo en cualquier mes del año, y tú, seguirás queriendo cambiar un mundo que está “patas arribas”, sólo porque estas fechas se han estipulado que se piensen y hagan así las cosas.

Ya aparecieron los monstruos de la navidad, que vuelven loca a más de una persona. De ellos no has oído hablar durante mucho tiempo. Lo cierto es que permanecen escondidos durante todo el año y en diciembre aparecen para no dejarnos en paz.

Aparecen de improviso en la puerta de tu casa. Sus sombras se deslizan por las paredes del salón a toda velocidad. Los atrae el resplandor imposible del árbol de plástico y ansían en secreto las figuras inmóviles de la decoración.

Hay muchas clases de monstruos. Todos ellos son distintos entre sí y aquí va un conteo de ellos: El primero es el monstruo con aspecto de mujer, su sonrisa está embutida en un carísimo regalo y busca ser el centro de atención de todas las miradas y comentarios, con regalos siempre será feliz. El segundo es el matrimonio cargado de besos pegajosos, caras machacadas por el maquillaje y el colesterol. El tercero son esos amigos que son casi de la misma camada, han atravesado kilómetros de tiempo, guiados sólo bajo promesas secretas entre monstruos. Idiotas. Están locos. El cuarto son los ancianos, sus hijos cuelgan sus cuerpos en los sillones descosidos pegados al celular o a cuanto aparato móvil que tengan, mientras los más pequeños danzan alrededor del árbol, parecen felices, perdidos en su silencio. Quizás lo estén. Y por último, las mascotas de los monstruos, esas criaturas que ladran y maúllan descontroladas con el sonido de los villancicos, ansiando conquistar las migas de pan tostado. Y tú con ellos.

Los monstruos gritan y también critican, porque a las repugnantes criaturas también les encanta criticar. Destripan sin complejos sus trabajos miserables, mientras beben y se emborrachan recordando anécdotas, se insultan, se burlan de todos y vuelven a reír, a veces lloran y también aman. No hay Dios de por medio. Todo muere antes de tiempo. Nunca hubo magia en el mundo ni nunca la habrá. Es entonces cuando tú lo entiendes.

Necesitamos los regalos inútiles y la decoración absurda. Necesitamos el calor de los monstruos para poder combatir el monstruoso horror del día a día.

En estos días necesito de polvos mágicos a ver si podemos cambiar toda esta navidad comercial, llena de hipocresía. Cuánta razón tenía el poeta César Vallejo cuándo le preguntó directamente a Dios: “Por qué tú jamás sonríes; porque siempre debe dolerte mucho el corazón”

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