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viernes, mayo 9, 2025
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Quien asuma la presidencia el 28 de julio tendrá por delante un reto monumental.

“En Perù el partido más sólido desde hace 20 años ha sido el antifujimorismo”, afirma el asesor político Víctor Caballero, al recordar que las derrotas de Keiko en 2011 y 2016, tuvieron como principal rival la idea política que encarna la hija del expresidente encarcelado Alberto Fujimori, y quien a su vez enfrenta cargos de corrupción.

“En el Perú se bromea diciendo que lo ideal no es solo llegar a la segunda vuelta, sino llegar con Keiko. Eso es visto como un doble premio por el histórico antivoto fujimorista que existe”, comenta Fernando Vivas. 

Señalada de liderar una frustrada campaña que, por ahora, ha centrado en agitar fantasmas del comunismo y del terrorismo que supuestamente encarna su rival, los analistas coinciden en que, para ganar, Keiko deberá virar su campaña y propuestas.

“El problema no es solo Keiko, sino la clase política en general, que recibió un contundente rechazo de la población en la primera vuelta. Ella debería presentarse como una candidata que va a cambiar esa dinámica y evitar esos mensajes anticomunistas con los que no convence a esa gran mayoría de la población que no la ve como opción”, dice Caballero.

Eso, unido al “terruqueo” ha demostrado tener un margen muy corto o incluso ser perjudicial y no atiende el problema de fondo de su candidatura: Keiko no ofrece confianza al electorado.

“Ella tiene una capacidad de adaptabilidad sinigual. En las elecciones previas nos demostró que cuando algo no le funciona lo abandona”, recuerda Vivas al destacar que precisamente “dejar atrás el mensaje del fujimorismo” sería la clave para recortar la distancia con Castillo. 

Llegar de segunda al balotaje no es del todo malo para Fujimori. Esto le permite que sea el maestro rural quien esté bajo el foco de atención y quien tenga que concretar más sus propuestas, con el subsiguiente desgaste.

Precisamente, la candidata de Fuerza Popular espera encontrar el talón de Aquiles de su rival en los debates donde con la confianza que le da su bagaje político y su equipo técnico buscará exponer las inconsistencias de Castillo en su discurso, quien sin embargo sí parece haber encontrado eco entre los sectores más empobrecidos y ampliamente mayoritarios de la sociedad peruana.

De hecho, Caballero asegura que el candidato de izquierda “es un sindicalista cuajado y con una oratoria limitada; siendo un maestro rural, él transmite una identidad que se multiplica en las provincias más pobres del país generando una empatía indiscutible, pero ero no sabe negociar y tampoco llegar a acuerdos”.

Los peruanos, estamos sumidos en una profunda crisis sanitaria, económica y política están pidiendo a gritos un cambio, pero Keiko, una garante a ultranza del modelo neoliberal instaurado por su padre, está “cerrando la puerta para decir que tiene experiencia, que podría reformar o mejorar cosas y que con esos materiales podría atender las demandas de la gente”, señaló por su parte el sociólogo Sandro Venturo. 

Ante el liderazgo de Castillo, los mercados de bonos y divisas de Perú están en crisis, por lo que el candidato presidencial intenta tranquilizar a inversionistas asustados. Su triunfo en las encuestas, su agenda radical y el respaldo del partido marxista Perú Libre, por el que es candidato, desencadenaron una venta masiva de bonos y divisas de Perú a principios de este mes.

Y pese a que Castillo se ha intentado distanciar de su partido, que defiende la necesidad de nacionalizar industrias estratégicas y “redistribuir la riqueza”, esta es un arma de doble filo en un país donde la destitución presidencial por “incapacidad moral” está a la orden de un parlamento incómodo con su dirigente.

Entre tanto, los países de la región sortean el nuevo pico del covid-19 al tiempo que miran con preocupación la dinámica política que marcaría los próximos cinco años en Perú.

“Los organismos multilaterales deben actuar porque el país está devastado, sus arcas fiscales están prácticamente quemadas y va a requerir una inyección de recursos para poder mantener la economía a flote”, asevera un pesimista Caballero previendo la limitada capacidad de maniobra de la comunidad internacional ante una pandemia que no cede.

Los temores llegan incluso a vaticinar un golpe de Estado, como lo advirtió Vargas Llosa, quien aseguró que “sería una verdadera catástrofe económica para el Perú” que gane Castillo.

Y aunque lo más democrático sería aceptar la victoria y la derrota, eso no suele ocurrir, por lo que todo va a depender de la manera como Castillo actúe. “Si opta por una confrontación, no solo va a haber un Congreso listo para destituirlo, sino grupos articulándose para darle un golpe”, explica Caballero. “Aquí juega mucho la comunidad internacional, no sabemos si la OEA o la ONU van a tolerar una dinámica de inestabilidad a la democracia de este calibre”.

Lo cierto es que las grandes polarizaciones en Perú, que tal vez no hubieran salido a flote si no fuera por la pandemia, se ven evidenciadas en la puja presidencial. “Izquierda o derecha, cambio y statu quo, el outsider o la élite política… nos han llevado a un dilema histórico ante la necesidad urgente de soluciones”, advierte Vivas.

Reto monumental. “A cualquiera de los dos le va a quedar el cargo grande por los serios problemas de gobernabilidad que tiene Perú. Trágicamente para nuestra democracia, somos el ejemplo extremo de la descomposición del sistema de partidos y de la confianza institucional”, sentencia el sociólogo. 

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