Alguien que mata por encargo y que ha hecho de la muerte su oficio, no merece ser tratado como ser humano, por ello, darle de su propio veneno no sería un crimen ni menos aún un atentado contra los derechos humanos; únicamente la exterminación del mal, la erradicación de una peste oscura que hiere familias y frustra esperanzas.
Lo sucedido con el fiscal superior Fermín Alberto Caro Rodríguez puede pasarle a cualquier juez o fiscal en el Perú, le puede suceder a cualquier ciudadano, rico o pobre, joven o anciano, recto o vagabundo, pero lo lamentable en la mayoría de casos es que estos crímenes quedan impunes por la rapidez con la que actúan bajo la sombra dejando escasas pistas que acerque a los investigadores a la identidad de los autores.
Ante este crimen horrendo que golpea no sólo a la familia del fiscal asesinado, sino a todo el Ministerio Público, se debería poner sobre el tapete la débil seguridad en torno a los magistrados del país. Muchas veces se le resta importancia a las amenazas, pero deben ser más bien voces de alerta para aquellos que realicen investigaciones profundas y acusaciones firmes.
El mal está ganando terreno en nuestro país, no se puede ser contemplativos frente a quienes por encargo no les tiembla la mano al momento de quitarle la vida a otra persona. El Estado debe de una vez por todas, antes de que acaben con nuestros amigos, vecinos, familiares o conocidos, iniciar una lucha con rudeza y dureza contra las organizaciones criminales. La pena de muerte para estos facinerosos es una medida que debe volver al debate, y aunque parezca contradictorio no lo es, pues se trata de proteger y protegernos; de proteger a quienes creemos en la vida, a quienes creemos en un mejor Perú, a quienes amamos a nuestras familias, a quienes queremos vivir en paz.
Es verdad que el Estado al haber ratificado el Pacto de San José, no podría aplicar la pena de muerte actualmente; sin embargo a grandes males grandes remedios, pues si se trata de proteger a nuestra sociedad de tanta zozobra en la que vivimos, El Estado debe renunciar al Pacto a fin de combatir a los enemigos de la paz social en nuestro país.
Hoy ha sido un fiscal superior, mañana puede ser un juez, pasado puede ser cualquiera de nosotros, por discrepancias, odios, recelos, venganzas, equivocaciones. El dolor que siente una madre, un hijo, o en general la familia ante crímenes de esa naturaleza es incomparable. Señor Kuczynski fájese por el Perú, hagamos que los delincuentes nos tengan miedo y no a la inversa. Señor Victor Noriega lidere en nuestra región esta lucha, las próximas generaciones de peruanos le agradecerán.