Cuando se modificó la norma constitucional que permitía a los alcaldes y gobernadores regionales ser reelegidos inmediatamente, muchos aplaudieron la medida en la creencia de que se avanzaba de este modo en la lucha contra la corrupción, mientras que otros permanecimos escépticos porque consideramos que no se estaba combatiendo el origen de la enfermedad, pues sólo se estaba suministrando un calmante.
Pensar en prohibir la reelección de alcaldes y gobernadores como alternativa para aminorar la corrupción en el país es ingenuo, pero además confirma que somos vistos como pésimos electores (en muchos casos imposible contradecirlo); sin embargo, irnos por las ramas no es lo más saludable si queremos realmente combatir frontalmente el flagelo de la corrupción.
Para ello se debería ir al fondo del asunto, entendiendo que la corrupción no es un elemento externo a las personas, sino que está (al menos en países como el nuestro) metido hasta por los poros de nuestros ciudadanos, y eso no se elimina con calmantes, se elimina invirtiendo a mediano y largo plazo en las personas desde El Estado a partir de los años iniciales de formación y por supuesto implementando sanciones penales drásticas que asusten al corrupto y al corruptor.
El enfoque dado a la prohibición reeleccionista en realidad ha partido únicamente desde la óptica del bloqueo al alcalde o gobernador corrupto, pero se ha obviado tomar en cuenta a los cientos de buenos alcaldes que también existen en el Perú y que en muchos casos merecen continuar trabajando a favor de sus pueblos, lo que se frustra precisamente por la misma ley. Visto ello así, lo que se evidencia entonces es una mirada parcial de los hechos y una medida que satisface a corto plazo a la opinión pública.
De ahí que el proyecto de ley presentado hace poco por la bancada fujimorista con el propósito de retomar la reelección de alcaldes y gobernadores está ganando terreno y existe una opinión aparentemente mayoritaria. Todo indica que el pueblo volverá a tener la última palabra al momento de reelegir o no a sus autoridades, esperemos que sean por lo general decisiones acertadas, en todo caso nos corresponde como sociedad ir madurando políticamente, con los riesgos que la misma democracia permite.
En ese mismo orden de ideas y a propósito de la buena intención de algunos ciudadanos sanmartinenses de recabar firmas en rechazo a la reelección de congresistas, me pregunto ¿qué fundamentos y/o argumentos serios tienen para impulsar dicha modificación legislativa?. Tengo la impresión, y esperaría estar equivocado, de que estamos ante una propuesta simplista y populista antes de ser un planteamiento bien estructurado, pues al igual que el tema de los alcaldes no resolverá el asunto a fondo. Mi modesta opinión considera que el problema no es la permitida reelección sino el sistema de elección congresal, pues al ser accesorio a la elección del ejecutivo se genera el famoso arrastre y terminan siendo elegidos por un lado candidatos desconocidos y por otro lado candidatos (congresistas eternos) bien ubicados en listas ganadoras. Lo que sí ayudaría a contrarrestar a los eternos congresistas es elegirlos en procesos y tiempos distintos al de la elección del Presidente de la República. Incluso la renovación por tercios del congreso cada tres años sería una alternativa interesante que ayudaría a oxigenar el parlamento buscando recuperar su verdadero espíritu o esencia que no es otra cosa más que ser un auténtico contra peso (que no se entienda obstáculo) del ejecutivo. Salvo criterio distinto y respetable.