Alfredo Angulo Palma
Ingeniero Empresarial y de Sistemas
Hoy que la palabra control irrumpe y se repite constantemente en las expresiones políticas, económicas, sociales, y particularmente asociadas a la inseguridad ciudadana, es necesario examinar el espíritu de su acción bajo una apreciación relacionada a la estrategia.
Sin lugar a duda el control es una actividad trascendental en la gestión que permite conocer si la ruta seguida es la apropiada para lograr los objetivos propuestos de una organización. Sin la actividad de control, jamás sería posible enmendar rumbos equivocados o impulsar con mayores esfuerzos lo que momentáneamente se ha logrado. Sin embargo, existen dos maneras diferentes de interpretar el control. La primera, la clásica que constituye el paradigma basado en el castigo, la sanción, y que se realiza en función a puntualizar los errores que se cometen; por lo tanto, en esta primera visión, el control es reactivo, y paraliza toda intención de innovación. Ningún funcionario busca hacer algo más allá de estrictamente legal para evitar ser sancionado. En este aspecto, el control no ejerce mayor trabajo, solo debe esperar que alguien se equivoque para castigar, y en consecuencia su principal indicador es el número de castigos impuestos.
Por otro lado, y centrado con espíritu más estratégico, la actividad del control presenta otra visión que rompe el paradigma del control. En esta visión, el espíritu que inspira al control es el conocimiento y el dominio, como cuando apreciamos a alguien que domina una situación por su saber y expresamos que todo está bajo control, o en tiempos de crisis y decimos que tal autocontrol. Y en ese sentido, el control es totalmente proactivo, porque se encuentra en función al sentido de la anticipación, el análisis, el estudio, la prevención, y la gestión de la incertidumbre. Esta última visión, demanda un mayor trabajo e inicialmente una fuerte inversión. En este escenario, el control no espera, sino que se adelanta a los hechos, y su principal indicador la disminución de inconductas funcionales. En ese orden de ideas, el control bajo esta visión premia la innovación y sacude a una organización de su letargo, incentivándola a hacer siempre mejor las cosas con estándares de calidad.
Queda claro que, en nuestro quehacer nacional, la primera visión del control asociado al castigo y la represión se encuentra incrustada en nuestra cultura nacional. Apagando incendios, en cuanto aparezcan, consume y distrae recursos, nos deja a merced de los acontecimientos, y cual jugador de tenis que corre desesperado a donde le envía su contendor la pelota, solo quiere que acabe el set, pero que a nivel político-estratégico significa abdicar a costa de los intereses nacionales, traicionando las expectativas y necesidades de los ciudadanos. Sin tener una estrategia, que requiere de un control estratégico, y un estratega que pueda transformar lo proyectado en una realidad palpable. La derrota, vieja compañera que nos ha acompañado en el andar de la República, otra vez hará su aciaga aparición.
La segunda visión del control debe romper el paradigma históricamente reactivo. La visión prospectiva del control, consecuencia del estudio, el análisis, y la investigación, debe anticipar todo aquello que afecte a nuestros objetivos estratégicos. No podemos ir persiguiendo la historia, nosotros debemos crear nuestra propia historia. Y por tal motivo, se aprecia desesperadas declaraciones de emergencia, presentaciones de altos políticos o jefes policiales mostrando bandas, o viajes intempestivos para tratar de hacer presencia política, pero nadie muestra estrategias, estudios, análisis, y, sobre todo, anticipación. No se logra entender que las amenazas mutan según se combinen y se asocien con otras amenazas locales, nacionales, o internacionales.
Finalmente, déjeme darle este ejemplo: propalamos orgullosamente que el puerto de Chancay será el hub de América del Sur, la puerta hacia Asia, y no hemos previsto que la delincuencia aumentará, que también será la puerta de entrada de nuevas enfermedades y tráfico de nuevas rutas criminales, que la ciudad será rodeada por invasores queriendo lucrar con la venta de terrenos, y que los servicios básicos colapsarán. ¿Alguien ha anticipado esto?
Finalmente, creemos que nuestros directos competidores se quedarán inmóviles ante los acontecimientos. Imagine que tiene su propio negocio de comida, y llega un competidor al costado y se lleva sus clientes, sus proveedores, y su propio personal de servicio ¿saldremos a aplaudirlo por desvalijarnos de nuestros sueños? Que ironía. Ahora imagine al Estado peruano corriendo desesperado detrás de todas estas amenazas las cuales no estudió, no analizó, y no anticipó. En síntesis, por gestionar la incertidumbre. Por eso, más vale una gota de acción estratégica que un mar de intenciones.