Mi tío Julio Tito Arévalo Tenazoa, ya fallecido, solía decir que “el saludo no se come”, cuando alguien observaba que algunas personas, a pesar de haber recibido muchos favores de él, no le dirigían el saludo.
¿Cuán importante es un saludo en nuestras vidas como parte de nuestras relaciones? Bastante, sin duda. Depende también de cuánto usted lo valora. Pero el saludo, y la forma como lo hagas, puede decidir el futuro de una vida, o hacerte perder una elección para la presidencia regional, o para intentar ser el alcalde en Utcurarca.
Usted, que ha leído todos los manuales de superación, debe haberse encontrado con capítulos donde tratan el tema del saludo y el cómo hacerlo. Cuando los pueblos de San Martín habían elegido alcaldes inteligentes, tuve el privilegio de dictar talleres de relaciones humanas, y he insistido en este punto. Porque el saludar es un arte y el cómo se conteste causa la impresión definitiva sobre el talante de la gente. Ejemplo: dos ex candidatos a la presidencia del gobierno regional, contestan los saludos como si las personas no les importaran. Adoptan expresiones de ausentes e idos… ¿Usted votaría por ellos?
¿Somos una sociedad en donde los gestos fortalecen y destruyen, también, una relación? Sí; así es en efecto. Por eso –volviendo al tema– es importante el saludar. Tanto, que en algunas instituciones públicas y privadas encontramos esos cartelitos con unos chanchitos y asnitos acompañados de la frase “Solo yo no saludo”. Y no deja de ser cierto. En algunas instituciones públicas hay oficinas enteras donde jamás saludan, menos contestan los saludos. ¿Dónde? En una de ellas usted jamás encontrará una sonrisa. Parece que todos se cuidaran de todo.
Se debe saludar poniendo nuestra alma en el saludo; “poner nuestra sangre” en él. Y no se trata de seguir las reglas de Carreño, que ahora ya nos resultan cucufatas. Como cucufatos son esos huevones que contestan los saludos como si mandaran el mensaje de que le están haciendo un favor a la gente, como es el estilo de dos personajes tarapotinos, que se la dan de expertos. Saludan al desgaire. Al respecto, tengo una regla: nunca acepto el saludo a quien lo hace con la mano izquierda, que es la actitud de un zafio, cuando no de un cerdo.
Salude como gente, amigo. Si usted no pone su sonrisa sincera, abierta y expansiva y parte de sí mismo en ella, mejor hágase el cojudo y no salude, y mire a otra parte. Pero, ¡cuidado con esas sonrisas de relámpago! Porque son más falsos que juanes sin presa. Recordando una anécdota: el vecino de un edificio californiano votó por el republicano Arnold Schwarzenegger, y no por su candidato demócrata, pues éste, que vivía en el departamento de al lado, nunca le contestaba el saludo, según relató la prensa. Alguien dijo que nadie tiene dos oportunidades para causar una buena impresión; porque si te muestras como un chancho en la primera, simplemente ´ya fuiste´.
Una pregunta de intriga: de los dos candidatos que pasan a la segunda vuelta, ¿cuál de ellos sonríe con sincera calidez? Pues, ¡Una Región con una sonrisa!…Yo votaré por el que sabe sonreir.