El pueblo de Chazuta siempre tuvo dos santos de quienes eran devotos: San Andrés y San Antonio y se les tenía por milagrosos, especialmente al segundo. San Andrés fue uno de los apóstoles de Jesús, mientras San Antonio, de origen portugués, vivió en el siglo XII. La vocación religiosa chazutina fue proverbial y será por eso que la intersección de los santos ante el Altísimo hizo de este pueblo un lugar maravilloso. Pero fue San Antonio quien se llevaría la primacía en Chazuta, donde su más fiel devoto heredaría el privilegio de guardar su imagen.
Según datos recogidos, y de la investigación de Humberto Gallegos Arévalo, un ciudadano llamado Anacleto, de origen español, llegaría a Chazuta a finales del siglo XIX casándose con una hermosa dama del lugar. La hija del español, doña Emperatriz Alvarado García heredaría el privilegio de ser guardiana de la imagen de San Antonio. La señora Emperatriz le heredaría a su hija Fausta y ella a su hijo Edwin Bartra Bartra, casado con Gilda del Águila Salas, una familia orgullo de la cristiandad.
La devoción del pueblo de Chazuta hacia el santo hizo que desde comienzos del siglo XX su imagen recorriera los diferentes caseríos, y eran verdaderos acontecimientos cada vez que a San Antonio le llevaban de gira. He sido testigo de este fervor religioso que a veces llegaba al paroxismo cada vez que el santo salía en andas desde la casa de doña Fausta Bartra Alvarado con la comitiva esperándole en la canoa y sus bogas. El santo salía de periplo cada vez que los devotos lo pedían para que reciban sus milagros ya sea por una epidemia que afectaba a los pobladores u otra calamidad. Y el pueblo para retribuir el milagro le “pagaba” con provisiones, pues los chazutinos siempre han sido justos y agradecidos.
Para la gira de San Antonio se equipaba la mejor canoa del pueblo. Se buscaba a los mejores bogas y a la más devota de las jóvenes quien la llevaba en su falda mientras un equipo de músicos con el quenista, el bombisto, el del redoblante y el que tocaba el dindin, iba entonando la música mientras la canoa navega aguas abajo. Desde la orilla los fieles rogaban para que el santito haga los milagros y retorne sano y salvo al pueblo.
La comisión que lo transportaba prefería arribar a Curiyacu y de allí surcar por el rio atracando en cada uno de los lugares donde era recibido con cánticos y oraciones. Lo particular de la travesía era que el ofertorio del pueblo consistía en productos alimenticios variados. De esta manera arribaba a Chazuta, a veces al día siguiente, pero ya bien cargado de mitayo: carne de monte, pescado, congompes, plátano, paneros de yucas y frutas. Hasta chanchitos le regalaban al santito. Alguna vez al santo le llevaron a hacer sus milagros en el lejano Huimbayoc.
Por casi un siglo las salidas de San Antonio se hicieron de acuerdo a la tradición. En estos tiempos, para su fiesta del 13 de junio el que pasará la patrona es Martin Morey Riva, quien será del gasto y espero que invite para constituirme a Chazuta y rendirle mis preces a este santito que a muchos les ayudó a conseguir sus mujercitas, especialmente a los jóvenes maestros, médicos y policías que llegaron al pueblo quienes, de otro modo, se hubieran quedado solterones y con peligro de voltearse al otro equipo. Los políticos de hoy deberían ser fieles devotos de San Antonio milagroso. [Comunicando Bosque y Cultura].