Hace unos días la felicidad de una mujer generó un sutnami en los sentimientos de otras. Es típico sentir que la “fulanita” que recibe flores en tu trabajo es una ilusa, maldita porque hay un “menganito” que la llena de detalles; ella vive su romanticismo armónico dentro de una burbuja. Su relación ideal genera no una, sino varias crisis histéricas, pues otras mujeres jalándose de los pelos, se preguntan entre dientes. ¿Dónde están los hombres detallistas? ¿Por qué no me toca uno así? ¿Será que no me quiere? Y terminan en la gran pregunta que invita a desempolvar historias guardadas ¿Por qué ya no enamoran como antes?.
“Chapa esa flor” enfatizó mi compañero de trabajo, que a diario intenta irritarme. Él es el típico hombre que dice verdades entre bromas, no es necesario que finja, ni que mienta, porque su deporte favorito es lanzar un dardo directo a la yugular. Como es de esperarse, él comenta que así son los hombres, que ya no están para esos trotes si la relación ya está segura, que las cursilerías sólo sirven para lograr que la presa coja el anzuelo.
Este personaje pintoresco de anteojos, me abrió el panorama mental. Los recuerdos aparecieron como ráfagas. Parece que hubiese sido ayer, aquella tarde que escuchaba requintar a abuelita diciendo: “Estos piensan que son carne” “Antes cortejar a una mujer era el más dulce susurro”. Me confundí, no entendía por qué aquel hombre le decía a mis tías “que estaban ricas y que las amaba” y por qué mi abuelita se enfurecía y buscaba respuestas en aquel pasado ya vivido. Con el tiempo conocí a esos orangutanes y empecé a diferenciar el piropo de una violación verbal.
Y así, el amor es utilizado como fin para llegar al más noble de los deseos o al más vil de los impulsos. A finales de los años 50 y en los inicios de los 60, el cortejar a una dama era todo un arte, se enamoraba con poemas, serenatas, flores, coqueteos. Las cartas eran escritas a puño y letra, los toques de perfume eran detalles que quedaban impregnados para la amada. Se esperaba quince días para saber si la culpable de sus constantes desvelos de amor, accediera a decir el “sí, quiero ser tu novia”. Los hombres eran originales, el romanticismo afloraba por todos los poros de su cuerpo.
No sabemos si fue después de la revolución sexual que todos se alocaron y entonces las mujeres se volvieron independientes, hicieron valer sus opiniones, externaron su poder de decisión y empezaron a usar pantalones y pastillas anticonceptivas. Algunos hombres interpretaron esto como una reacción feminista y altanera. Y entonces todo cambió…
Hoy nos preguntamos: ¿dónde quedó el romanticismo?
Antes: Para demostrar cariño te daban un delicado beso en la mano mientras se levantaban el sombrero.
Ahora: Ni siquiera te han preguntado tu apellido, cuando ya intentan manosearte.
Antes: Enviaban cartas amorosas con una perfecta caligrafía.
Ahora: Mandan mensajes de texto con un vil “Q onda?”
Antes: Al final de la noche te acompañaban a tu casa y te dejaban en la puerta.
Ahora: Tú los tienes que llevar a su casa, porque se pasó de copas y está en calidad de bulto.
Antes: Te enamoraban con flores y chocolates.
Ahora: Intentan embriagarte, para que sueltes un poco de acción.
Antes: El matrimonio era una ceremonia sagrada para formalizar un amor eterno.
Ahora: Te casas con el pleno conocimiento de que puedes divorciarte, cuando te des cuenta que al final, no funcionó.
Antes: Buscaban conocer de ti y poder impresionarte en las siguientes citas.
Ahora: Tendrás suerte si se acuerdan de tu nombre y no te confunden.
Antes: Te hacían cumplidos sobre tus ojos y la manera en la que reflejan la luz de las estrellas.
Ahora: Te echan un piropo vulgar sobre lo sabrosa que te ves, cuando usas esos jeans apretaditos.
Antes: Sabían cuál era tu flor predilecta y te enviaban ramos a tu casa.
Ahora: Te preguntan cuál es tu trago favorito y te retan para ver cuánto aguante tienes.
Antes: Admiraban tu bella sonrisa
Ahora: Te escanean completita, siempre con miradas libidinosas (y mordida de labio incluida).
Antes: Esperaban hasta el matrimonio para consumar la relación.
Ahora: ¿Consumar la relación? ¿Qué es eso? ¿Matrimonio? No, qué horror.
Hoy los hombres son “machos”, no quieren sentirse afeminados, el romance no va con ellos. Su habilidad es ir directamente al grano, sin rodeos; quieren comer, prefieren calentar su comida y no dejarla enfriar.
¿Rosas o cervezas? ¿Carta de amor o la prueba del amor? El romance ha sufrido metamorfosis, hoy no bailas un vals, ni menos una balada, hoy te lanzan versos bailando reguetón.
El amor siempre será cosa de locos…romántico, cursi, pero finalmente amor…En diferentes tonalidades, yo te amo…pero manda tus flores won.