Hace varios años me quedaron grabadas estas sabias expresiones del ilustre compositor, médico y filósofo Athos Palma: “Cuando en el momento de la creación, [el compositor] decepcionado, considera que ya se ha dicho todo en Música (…) recuerde que, así como busca el alimento espiritual en el seno recóndito de la propia Tierra, así también deberá inclinarse a escuchar los cantos genuinos de su propio Pueblo; allí encontrará con seguridad los elementos más sinceros de su inspiración. Y con ellos, podrá dar a su Patria la semilla de un nuevo y grande Arte.”

En nuestros tiempos de universalidad, ese sentido de “patria” se expande gracias al Saber, aflorando nuevas características arquetípicas en las colectividades. Así, percibimos en nuestro espíritu colectivo, pensamientos como: “La tierra es mi patria, la humanidad mi familia” y nos sentirnos más “ciudadanos del mundo”, o de varios mundos (cultural, científico, artístico, etc.) acercándonos al ideal realizado precursoramente por Goethe pues, como lo expresaba Paul Valery: “GOETHE ES EL HOMBRE UNIVERSAL”.

Uno de esos precursores, plenamente consciente de su misión como Hombre Universal, es el Maestre Dr. David Juan Ferriz Olivares (Japón, 1921-Venezuela, 1992), ilustre sabio y compositor quien se identificaba genialmente: “SOY UN SUDAMERICANO, DE CUNA MEXICANA, NACIDO EN EL JAPÓN”.

Es precisamente de este “Maestro de la Cultura Universal” (Trujillo- 1973, reconocimiento del ahora Ministerio de Cultura) de quien apreciaremos, este 12 de junio (día de su natalicio) el ESTRENO MEXICANO de su “SINFONÍA ORIENTE Y OCCIDENTE”, en el Teatro San Francisco de Pachuca, como uno de los actos de clausura del año de su centenario e inicio del Quinto Kumbha Mela del Saber en América (Gran Peregrinaje y Reunión del Aguador).

Esta Magna Sinfonía es, sin duda, un FARO MUSICAL para los compositores, pues ejemplifica plenamente aquel redentor RETORNO A LA MÍStica EN EL ARTE realizado a través del cumplimiento de su VERDADERA MISión, indicada por el Maestre Dr. Serge Raynaud de la Ferrière: “DAR EL MENSAJE QUE PENETRE A LO MÁS PROFUNDO DEL SER PARA IDENTIFICARSE CON EL UNIVERSO.”, logrando así, lo que visionaba Athos Palma: “dar a su Patria la semilla de un nuevo y grande Arte”.

De ahí que, CONSIDERANDO AL MUNDO COMO SU PATRIA, el Maestre David Juan Ferriz Olivares encontró esos “elementos más sinceros de su inspiración”, en las melodías de diversos pueblos de Oriente y Occidente, subtitulando a su Sinfonía: “EVOCACIÓN DE VIAJES QUE TRANSCURREN EN UNA SUITE”.

Así, apreciamos que, por ejemplo, en su Primer Movimiento (dedicado a su Maestre el Dr. Raynaud de la Ferrière) se inspira en la música clásica europea, influido por Richard Strauss, Sergei Rachmaninoff y Silvestre Revueltas. Luego, nos transporta vívidamente al África Central, con su ritmo enérgico y arrollador. Después, el compositor tiene la genialidad de unir en una sola sucesión melódica temas asociados al Islam (“Canto del Beduino Peregrino del Amor”) y a Israel (“Cantos de Paz”) dando el poderoso mensaje de reconciliación entre estos pueblos milenarios, enemistados solo hace algunas décadas por intereses creados, siendo un tema ¡ay! siempre de latente actualidad (¡basta ver el reciente atentado del 05 de mayo en Israel!) También nos traslada al Japón (con su “música tradicional pentafónica, abigarrada del folklore de las calles y la delicadeza de las campanitas y sonidos melodiosos de la música del Palacio del Mikado”) donde el compositor nació formándose en sus primeros 6 años (su padre fue el ilustre diplomático mexicano David S. Ferriz Reyero) y finalmente, conjugando el tango “zíngaro y gaucho” (dedicado a su Madre, de origen michoacano) como símbolo del paso por Latinoamérica, antes del “Rondó” culminante.