Hay historias que nos inspiran y nos ayudan a cumplir nuestros sueños. Recuerdos de personas que marcan tu vida para siempre.
Los días se nublan y así se despiden de este mundo varios maestros, hombres y mujeres que más que brindar conocimiento de una materia, nos entregaron amor y se van como si su vida no hubiera significado nada.
Un maestro es un héroe de la sociedad con el que siempre estaremos en deuda. El docente genera un impacto eterno en sus alumnos y define el destino de cada persona. Entonces ¿Por qué nos volvemos ingratos con ellos?
Es triste ver que fallecen docentes de más de 30 años de trayectoria y que se van decepcionados del magisterio, de aquellos que poco o nada les importa su legado profesional, su entrega por la educación y sobretodo sus sentimientos, sus problemas, su salud.
Es un pecado para un maestro enfermarse, porque aún estando graves física y emocionalmente deben acudir a las aulas y todos miran indiferentes, indolentes, como si no hubiera derecho a enfermarse y solo ponen trabas y más trabas. Documentos que sólo sirven para justificar la ineficiencia y fortalecer la burocracia que reina en todos los sectores del Estado.
De qué sirven los homenajes cuando estás muerto, a veces hasta parece una burla. Tengamos un momento de reflexión y brindemos reconocimientos en vida, porque es cuando ellos más lo necesitan. Las flores en una tumba se marchitan, sin embargo, la emoción por ser valorado en vida, te hace revivir de las cenizas.
El magisterio es uno de los sectores más golpeados, pero a veces por no decir siempre, son las mismas autoridades de los planteles educativos a los que les falta una gran dosis de humanidad y empatía .
En esta pandemia partieron muchos docentes, aquellos que no tuvieron una despedida como se merecían, aquellos que esperaron tanto y tuvieron tan poco.
El historiador Henry Adams decía: “El maestro deja una huella para la eternidad; nunca puede decir cuándo se detiene su influencia”. Hagamos que esas huellas se sientan, pero en vida y que no se queden en el olvido.
Solo un minuto para reconocer el valor de un maestro, no esperemos que ese minuto se convierta parte de una ceremonia fúnebre.