En el fútbol siempre acompaña la esperanza. No debería ser, como muchos pretenden, un tema de Estado. Se trata apenas de un deporte y no determina la calidad de un país, menos de su gente. Así que si somos malos en el futbol, no hay por qué llorar.
Basta con gozarlo, sentir esa emoción que hace que el corazón quiera salirse del cuerpo, por 11 sujetos que juegan con el color de la patria en la que hemos nacido.
Debería ser solo eso. Si es que perdemos, el pesimismo no debería establecerse en nuestro pensamiento, en nuestra cabeza, en nuestro espíritu. Hay que aprender a distingur del fútbol, la realidad.
Soy amazónico peruano y estoy muy orgulloso de mis coterráneos, creo que no existe mejor tierra que esta, ni mejor gente, y tal vez sea esa la razón por la que no me siento defraudado cuando 11 pierden contra otros equipos. Siempre pienso, con una sonrisa, para otra vez será y luego, como buen amazónico, disfruto a sorbos el dolor de la pérdida con las anécdotas de mis acompañantes que hacen que se nos escapen más sonrisas.
Si no pasa nada con la selección, querido amigo, no se sienta mal. Somos mucho más de que 11.