“April is the cruelest month / growing flowers in the waste land” (“Abril es el mes más cruel / crecen flores en la tierra muerta”). Así comienza el inmortal poema “The Waste Land” (Tierra Baldía) del no menos inmortal aeda anglo-norteamericano Thomas Stearns Eliot, más conocido como T.S. Eliot. En esta obra de trascendencia metafísica, Eliot refleja de manera fiel y con la más bella expresión de la lengua inglesa, el horror del siglo XX y la esperanza de la primavera que llega en abril en Europa, cuando desde la tierra muerta por el invierno, las flores comienzan a surgir.
Es, por supuesto, una de las más extraordinarias metáforas de la condición humana, que en la 2° Guerra Mundial traspasó límites que la razón misma se resiste a reconocer. Los campos de exterminio nazis, los gulags soviéticos y las bombas de Hiroshima y Nagasaki, fueron sin duda la expresión más horrenda de un estado de cosas que hacen del ser humano una criatura demoníaca que -como diría Heidegger- “con el poder titánico de la energía atómica ha desarrollado sus propias cadenas”.
Pues bien, en el Perú pre-electoral de estos días se está viviendo una situación tan similar a la barbarie de aquellas épocas aciagas que muchos nos preguntamos qué será sino “tierra muerta” lo que quedará del país después de haber agonizado en este “invierno de la desventura” política y social que corroe los cimientos en los que se basa una sociedad que se declara civilizada. No se recuerda en la historia moderna de nuestro país un proceso electoral en que haya salido a flote tanta miseria humana conducida por el odio y la ambición.
La campaña de demolición contra un candidato, por el sólo hecho de no pertenecer al privilegiado círculo de las viejas familias oligárquicas que siempre han dominado los destinos de los peruanos, sin duda será vista por la Historia como una de las mayores vergüenzas nacionales. Al final, la ingenuidad hizo que este hombre, provinciano y de extracción muy popular, fuera excluido sin miramientos, los mismos que hasta ahora se observa que sí se le tienen a la candidata hija de un exdictador.
No somos augures para adivinar lo que al final ocurrirá en este campo de Agramante en que se ha convertido el Perú y en que todos quieren aniquilar a todos, o al menos en que la mayoría está impregnada de los más negativos sentimientos hacia sus contendores eventuales. Hemos visto con mucha pena cómo cierta prensa nacional, siguiendo las indicaciones de sus patrones, los dueños de los grandes grupos de poder comunicacional, se han comportado como en las peores épocas del montesinismo en lo que se refiere a campañas psicosociales. Es lamentable para los que creemos en la libertad de prensa y de expresión de las ideas, que se puedan fabular tantas denuncias, la mayor parte de ellas, sin fundamento.
Es, por ejemplo, del todo lamentable que las dos únicas mujeres que se presentan como candidatas presidenciales pertenezcan a los dos extremos del espectro político: la ultraderecha, representada por la hija del encarcelado exdictador, y la ultraizquierda, encarnada en una joven que considera que el chavismo en Venezuela no es una dictadura. ¿Qué futuro nos espera a los peruanos si alguna de estas dos féminas llegara al poder? Es claro que ambas no tienen ningún respeto por la democracia, lo que ya lo han demostrado en su trayectoria política y vital.
Y, si nos remitimos a nuestra región, el panorama no es mucho mejor. El avance de candidaturas al congreso muy populares y queridas por los sanmartinenses a consecuencia del éxito del “Modelo San Martín” ha concitado pasiones descontroladas por las que ciertos individuos interpretan un triste papel al querer descalificar a sus adversarios. Con argumentos traídos de los pelos y sin base consistente quieren sacar de la carrera congresal a dos candidatos que no son santos de su devoción.
Es de esperar que estas circunstancias tan deleznables para la imagen del Perú sean revertidas, y que se imponga la razón, el diálogo y la buena voluntad. Sería deseable que alguna candidatura moderada de centro progresista, sensible a los necesidades de los peruanos, pudiera llegar al gobierno y llevarnos a un mejor futuro sin corrupción, sin injusticia y sin crímenes que lamentar, como los que padecemos en estos tiempos en esta tierra baldía.