Un sector marginado durante décadas, pese a sus enormes atractivos naturales, vuelve a quedar en evidencia: el turismo en San Martín siempre ha estado al final de la fila presupuestal, y, aun así, en apenas 20 meses, se intentó hacer lo que no se hizo en más de 30 años.

El reciente pronunciamiento público del director regional de Turismo y Producción de San Martín, Lic. Linarez, no es solo un balance de gestión. Es, sobre todo, una acusación directa a una forma histórica de entender el turismo desde el Estado: reducirlo a eventos, festivales y actividades aisladas, sin planificación, sin inversión estructural y sin visión de desarrollo.

“Quien reduce turismo a eventos, no entiende nada de turismo. Ni de desarrollo. Ni de economía”, señala el funcionario en un texto que desnuda una práctica arraigada en la administración pública regional. Durante años —reconoce— esa fue la costumbre: oficinas convertidas en organizadores de actividades, no en gestores de inversión, planificación y promoción real. Hasta que, según sus palabras, “llegó el pare”.

El mensaje revela que, en 20 meses de gestión y sin presupuesto, la Dirección Regional de Turismo y Producción de San Martín pasó de ser un espacio operativo limitado a una oficina de gestión estratégica. “Sin dinero, pero con decisión”, recalca Linarez, se construyeron herramientas funcionales que en otros contextos habrían costado miles de soles, se diseñó una cartera de 19 proyectos turísticos desde cero, se ejecutaron dos, y se dejaron cuatro listos para ejecución.

Uno de los hitos más destacados fue la creación de un área exclusiva de promoción turística, acompañada de una campaña original, hoy replicada por otras regiones del país. Lejos de incomodar – dice –  esa réplica confirma que el modelo funcionó.

El texto también deja ver el lado más frágil de la institucionalidad pública: “Lo más probable es que, cuando nos vayamos, todo eso se vaya con nosotros”. La frase no solo expone una preocupación personal, sino una falla estructural del Estado, donde los procesos no siempre sobreviven a las personas y donde los avances pueden diluirse con cada cambio de gestión.

“Nadie es profeta en su tierra”, escribe Linarez, admitiendo que creyó posible romper esa lógica. Su reflexión final no suena a celebración, sino a advertencia: el turismo en San Martín – una región con biodiversidad, paisajes únicos y enorme potencial económico, naturaleza, gastronomía y un enorme legado cultural – sigue siendo tratado como un sector secundario, siempre en la cola de los presupuestos, pese a su capacidad para generar empleo, identidad y desarrollo sostenible.

“Tarea cumplida”, concluye. “Servimos a nuestra tierra y a nuestra nación, pero aún mejor, a nuestra profesión”. El cierre deja una pregunta inevitable:
¿Suena a despedida?

Todo indica que sí. No solo de una gestión, sino de una forma distinta  – y poco común – de entender el turismo en serio, más allá de la improvisación y del olvido histórico al que ha sido sometido este sector clave para el futuro de San Martín.