La violencia injustificable de los seguidores de ISIS, vinculados presumiblemente al asesinato de periodistas en Francia, para mí tiene una macabra explicación.
¿Cómo es posible que la religión que era lumbrera cuando Europa se encontraba sumida en el oscurantismo, hoy sea capaz de los peores crímenes?
Se trata del fanatismo enfermo, impulsado por el odio a occidente, a quien se siente culpable por millones de muertes (directas o indirectas), en Oriente Medio y en el norte del África, lugares en los que las ambiciones de europeos y norteamericanos han condenado a naciones a la pobreza, a pesar de ser en los números de la OPEP, los más ricos del planeta.
El uranio empobrecido en ríos, la ignorancia a la que son arrastrados islamistas por líderes religiosos extremos, las tormentas del desierto norteamericanas, bombas de racimo, muerte y más muerte; mientras en el otro continente la peor crisis, tiene el rostro de la prosperidad.
La única forma de derrotar al fanatismo, es dejando de matar en Medio Oriente. La mejor forma de derrotar al fanatismo es declarándole la guerra a las ambiciones de las potencias en el mundo. Lo otro, es alimento para la violencia.