Llegó el año 1 990 con un necesario y urgente cambio de rumbo. Hasta entonces, el país vivía una inflación cuyos dígitos no alcanzaban en las calculadoras. Una estrepitosa devaluación que en solo cinco años una nueva moneda envejeció y desapareció. Los arroceros dicen que tenían una empresa semipública que controlaba los precios, que compraba toda la producción de los agricultores, pero que les pagaba después de medio año o un año luego de entregar el producto. Similar ocurría con los productores de maíz. No solo el Estado compraba la producción y demoraba el equivalente a un siglo en pagarles, sino que instaló fábrica de procesamiento de maíz, supuestamente para solucionar el problema. Ah, además, los créditos por un banco estatal agrario estaban a la orden del día.
Toda economía se sustenta en la producción, como generadora de recursos. Pero, si las producciones de arroz y maíz, como cultivos básicos del sistema productivo de aquel entonces, estaban cada vez en precipitada caída ¿Cómo podría sostenerse así una economía regional y nacional? Es más, los productores dependían del estado para el crédito, para los fertilizantes, para asistencia técnica, para el control de plagas y enfermedades y la comercialización. Los productores eran como asalariados de sus chacras dependientes del Estado. En esa enmarañada de híper inflación y fuerte devaluación, se alimentaban la corrupción, la desconfianza, el narcotráfico, la delincuencia y el terrorismo. Es decir, el manejo del Estado era un completo caos, donde no había seguridad, no había dinero y como consecuencia una sensación de vida al azar, a la suerte. La gente tenía la esperanza que el gobierno alumbre una luz de salida; pero, ocurría cotidianamente todo al revés. Las voces corrían por la gente, que el mismo gobierno transportaba decenas y cientos de sacos de pasta básica de cocaína, en los propios helicópteros públicos. La subversión se alimentaba de este caldo de cultivo desordenado y se expandió como plaga por los rincones del país. Los chicos buenos de la capital sonreían de incredulidad. Las torres que sostenían las líneas de alta tensión de energía eléctrica eran derribadas a diario por decenas. Los puentes eran bombardeados como si fueran juguetes navideños. Las personas inocentes del campo eran asesinadas con cuchillos en la nuca solo por no repetir las arengas soviéticas y chinas, por no obedecer a cualquier orden de un improvisado sujeto que se sentía con autoridad porque portaba un fusil, pues en las universidades sembraban la más grande tontería que “solo con las armas se solucionarían los problemas sociales”. Nadie podía hablar nada. Nadie podría contradecir a elementos “sabios”, con armas que estaban siempre apuntando a la sien de las personas.
La percepción de la población era que ya no había solución a ésta forma de vida. Ya todo estaba consumado. Que toda la población estaría sujeta a éstos hombres armados que solo matan por matar a las personas inocentes. Cuando de pronto el año 1 990 alguien dice hacer urgente cambio de rumbo. La gente ya no creía, porque vivía un sistema productivo estatal pésimo, que mataba la economía de la población, que además era caldo de cultivo donde campeaba el narcotráfico y la subversión, donde había corrupción pública, delincuencia abierta y quizá, por esa razón la gente migró en masa a otros países.
En efecto, ese cambio sí ocurrió, cuando de arranque se dispone lineamientos de una economía no estatal, de sobre protección, de regalo de alimentos y de dinero; sino se dispone la apertura de una economía libre, sin subsidios, donde tiene el que trabaja. Los pobladores que carecían de dinero válido, el día de ese cambio, han quedado totalmente pobres, sin dinero y sin trabajo. Pero, comenzó un nuevo rumbo, a la sinceridad económica y laboral. Se disminuyó la acción del narcotráfico y de la subversión. Pero, aquel gobierno que empezó bien, comete el más grave error de entornillarse en el gobierno. Aquí comienza la etapa de la corrupción. Luego ingresan otros “democráticos” y no solo no gobiernan bien, sino alimentan aún más la corrupción del aparato Estatal. Han pasado casi veinte años de aquel urgente cambio de rumbo y las formas de gobernabilidad no han cambiado, sino que cada vez se recrudecen, se enlodan en la corrupción. Aquel grupo que hizo ese necesario cambio, es el que ahora le está llevando al país al mismo lodo de la corrupción, por lo que es urgente el nuevo cambio de rumbo, con otras personas y lineamientos humanitarios de hermandad, dejando de una vez por todas, al dios dinero, que solo lleva al pueblo a la perdición. Pero, este cambio de rumbo, tiene sembrarse en la educación, anteponiendo la voluntad del único y verdadero Dios; y así, estaríamos humanizándonos y viviendo como verdaderos hermanos durante nuestras cortas vidas. Cambiamos ahora o tendríamos que seguir esperando.