Por: Edy Tirado

He tenido la oportunidad de visitar la feria internacional del libro en la ciudad de Lima, y al paso por el océano del conocimiento compuesto por miles de libros me cruce con una obra maestra, Utopía texto escrito por el gran humanista inglés Tomás Moro en 1515, y he considerado escribir esta columna con la esperanza de estimular su lectura, sin embargo admito que me interese leer Utopía a partir de haber escuchado el Excelente discurso de Gabriela Rivadeneira presidenta de la Asamblea Nacional del Ecuador en el acto de toma de juramento para el segundo mandato del presidente ecuatoriano Rafael Correa, a continuación un extracto claro, vital y necesario.

(…) Utopía es esa fuerza incontenible de millones de hombres y mujeres que luchan cada cual en su tiempo y en su espacio por la construcción de colectividades más justas y más igualitarias; formaciones sociales, modos de producción o estructuras que buscan la justicia social y la felicidad de la especie humana, allí donde precisamente no existen condiciones para la realización de los sueños. Seres humanos que sacrifican su vida por conquistar estados integrales, para toda la sociedad, aunque para ello deban desafiar a las fuerzas perversas que se oponen a estas causas. (…) Para los enemigos de la utopía lo práctico era dejar las sociedades tal como están, no cambiar nada, y peor aún invertir el orden de las cosas, por ejemplo, el orden de la pirámide social, cuyo vértice minoritario siempre debía – según ellos – estar arriba, pues desde su «astuta» ideología ese orden era un orden divino. El pueblo, la plebe, los vasallos… abajo, y el poder siempre arriba. (…) el mirar la sociedad con ojos alternativos era evidenciar que los creadores de la riqueza de las naciones siempre fueron los trabajadores. Pero, paradójicamente, en nuestras sociedades signadas por el poder económico los productores de la riqueza siempre carecieron de ella, fueron eternamente los más pobres, mientras que las clases ociosas vivían opulentamente apropiadas de los bienes materiales y culturales generados por los pueblos a través del trabajo. (…) mientras la utopía exista, nosotros, los utópicos, seguiremos luchando por ella; mientras esa utopía exista, nosotros, seguiremos en pie. Hoy esa utopía se llama «Revolución Ciudadana».

La obra Utopía es una invitación a ser realistas, a pensar en lo imposible; para muchos puede ser un delirio, una cosa de locos, algo imposible de realizar, los que piensan así creen que el estado de cosas injustas es algo normal, incluso divino, que no podemos ni debemos atrevernos a cambiarlo, no, nada es estático, nasa es eterno, todo cambia incluso las viejas estructuras que traban el desarrollo de la humanidad y que impiden que millones de hombres y mujeres en el mundo puedan vivir con alegría, pan, justicia, belleza y dignidad.

Tomás Moro en Utopía esboza un modelo en el que el fin último, de la sociedad humana, es la felicidad. Una sociedad en la que todos tenían derecho al trabajo, educación, salud, alimentación, descanso. Mediante un proceso en el que la atención prioritaria la recibían los niños, los ancianos, las mujeres embarazadas, las personas con capacidades especiales y así sucesivamente. Sociedad ideal en la que el interés de todos los ciudadanos era el interés colectivo, comenzando por el bienestar de los demás y solo, en segundo lugar el interés individual. Es sin duda una obra de lectura necesaria e imprescindible para apostar por sociedades más justas y más igualitarias.  Lamento que por motivo de espacio no pueda –como me gustaría- seguir desarrollando más comentarios y análisis sobre esta extraordinaria obra, sin embargo no dudo en recomendar su lectura y alentar su discusión.