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El fallido penal en el último mundial, quizá ha convenido al hincha peruano, porque su henchido corazón borboteaba de emoción cual fuerte explosión. Nueve ausencias mundialistas, ya tenían las gargantas resecadas, con ansias de alentar al equipo. Pero, como todo se paga, la hinchada peruana, hizo lo suyo con su brillante ausencia en éstas citas mundialistas. No por culpa de otros, sino de nosotros mismos, de haber transitado y perdido el tiempo, con la llegada telúrica de la corrupción, con la muerte de más de cincuenta mil peruanos por ideologías tontas. Bueno, se está abriendo el telón de nuevas épocas, cuando los dirigentes jamás deben enquistarse en los cargos; pues ningún ser humano es indispensable, porque solo Dios es absoluto.
El equipo peruano llegó al mundial de Rusia con forjados futbolistas generalmente de emergencia humilde. Esa fue la clave: La humildad, porque la participación en el juego fue colectiva, obteniendo resultados favorables. Pero, como no todo anda por sendas naturales, algo carcome en el subconsciente colectivo, “que como brillando están, hay que derribarle al capitán”, ojalá sean solo idealizados espejismos que transitan en esos emotivos pensamientos.
En fin, la participación del equipo en los partidos del mundial fue buena, a pesar que el capitán llegó flácido, por culpa que la afición considera de esferas externas influyentes, “porque estaría llegando al evento un pequeño equipo, dejando fuera a una brillante estrella”. Nadie lo puede afirmar aún, pero tampoco nadie lo puede descartar de plano. Bueno, fueron dos adalides que llevaron al equipo de la mano: El entrenador y el capitán, quienes cometieron pocos errores ante nuestros lentes de hinchas peruanos. Pero, precisamente, se considera que esos pocos errores de los dos fueron gravitantes. Del entrenador, por no poner de arranque al capitán en el primer partido. Del capitán, cuando un francés rápido le quita el balón en el sector defensivo. Muchos se preguntaron: “¿Por qué estaba allí?”. Se entiende perfectamente, cuando alguien se entrega a cumplir su función con pleno amor, hace hasta lo imposible por lograrlo. Él bajó apoyar a la defensa, que está muy bien, solo que el francés leyó con agudeza la jugada y actuó, encontrando en ese instante una defensa desarmada e improvisada. A veces ocurren, como cuando en el penúltimo mundial, el alemán hizo la misma jugada con un mediocampista brasilero y también terminó en gol. Podemos afirmar que fue un error de buena fe del capitán. Hasta allí, el equipo era de maravilla, que gustó al mundo entero, que hasta Alemania quiso probarse en el campo de fútbol.
Pasada la fiebre del mundial, vinieron los partidos amistosos que en la mayoría el equipo de todos perdió. Está bien que se sean partidos de prueba de nuevos jugadores y estrategias, pero también es importante mantener la imagen y el status ya ganados con tantos esfuerzos. La selección nacional es única y ya tiene un nivel que debe procurar mantenerse. Éstos vaivenes de nuestro fútbol no son buenos. Son actitudes del pasado, cuando el entrenador se dedicaba más a la carrera de caballos. Además, estaba sujeto a un jugador que cuando era convocado a la selección venía de Europa y también se ocupaba más en la carrera de caballos que en entrenar, que cuando jugaba se cuidaba como una wawa. En las concentraciones concertaba borracheras con mujeres. Todo este paquete es del pasado y ahora estamos en otro momento.
Ahora el equipo está en el evento sudamericano. El brasilero se encuentra en un buen momento que holgadamente le dio una paliza al peruano. De verdad, no solo fue la tremenda goleada, sino un fluido baile de samba. En ese partido el equipo de Brasil jugó muy bien que gustó a todos. El resultado fue justo, acorde al rendimiento en la cancha. Los jugadores brasileros se notaban muy motivados, al parecer se querían sacar el clavo de la derrota del evento anterior, que consideraban injusto por la posible metida de mano del delantero peruano, y lo hicieron con creces. Entonces, queda en éstos dos equipos una re revancha, que podría ser la definición del título. Pero, la hinchada cree que la derrota abultada ante Brasil no debería haber ocurrido, si el planteamiento se hubiese hecho como lo hicieron Venezuela y Paraguay, que ambos despintaron al futbolero brasilero. Podría considerarse otro error del entrenador, a la luz de los hechos. El triunfo por penales de Perú ante Uruguay tiene otra historia. Al parecer, en la pasada eliminatoria, por una mañosería del delantero uruguayo se cobró penal y Perú perdió. Ahora, en ésta eliminatoria se cobró la revancha, por el error en la ejecución de penal de ese mismo delantero mañoso pierde Uruguay. Pero, entre ambas hinchadas uruguayas y peruanas existen fuertes lazos de sana amistad, por lo que nadie debe criticar estos errores que son los sinsabores futboleros. Aunque el arquero peruano también se cobró su propia revancha al tapar el penal al goleador uruguayo, convirtiéndose de villano en el partido con Brasil a héroe en éste último partido. Pues, son los vaivenes de nuestro fútbol.