La visita de Verónika Mendoza a la región San Martín ha roto el esquema “clásico” de cómo se hace proselitismo político en el país. Sin fanfarrias, sin el estilo del pisco y la butifarra, su recorrido por nuestra Región se caracterizó por la sencillez y por la claridad del mensaje. “Nuestra campaña es austera”, dijo Vero, tanto a su llegada a la ciudad, como cuando la escuchamos en el multitudinario encuentro en la Casa del Maestro, el jueves pasado, habiendo visitado antes Chazuta. Llegó con un pequeño grupo, con gente que ha salido del pueblo y no con esa gente que pareciera ser de otras dimensiones. Y es así, porque Verónica es nuestra; es como nosotros.
Quiero enfatizar las últimas frases del párrafo precedente. Roger Rumrill García en una crónica escrita en el diario Expreso, de 1973, describió el arribo a Puerto Maldonado de una delegación gubernamental de alto nivel. Las autoridades locales, los periodistas y la población, cuando la comitiva descendió del avión, se abalanzaron sobre un tipo alto, colorado y con la pinta de un niño bien, creyendo que él era el alto funcionario. En realidad, el alto funcionario era un ciudadano que tenía el estereotipo de un poblador común, de baja estatura, como usted o yo, amigo lector.
Pero, además de ser nuestra, Verónika Mendoza impacta por la claridad, el énfasis y la contundencia de su mensaje. Un “mensaje sobre las buenas intenciones” enmarcada en criterios fundamentales de lo que debe ser la buena política, que se sustenta en la justicia, donde la sociedad termine ganando por las decisiones y acciones de gobierno orientado al bien común.
Disculpen mi dureza: tiene que ser un cobarde y mal nacido quien quiera ridiculizar una propuesta política sincera y denostar de una mujer no solo bella, sino inteligente y con corazón. Viene a mi memoria una cita publicada en el diario El Comercio, de 1994, cuando termina diciendo: si tenemos voluntad e inteligencia, lograremos muchas cosas, pero si además tenemos corazón ¡el mundo estará salvado!
Las propuestas de Verónika son tan sencillas, realistas, como también posibles de realizarlas. Y les llega a la gente: a los Inuma, a los Arévalo, a los Fatama, a los Reátegui, a los Tuanama, a los Saavedra, a los García, a los Hidalgo, a los Lozano, a los Noriega, a los Vásquez, a los Tapullima, y a todos. Los otros candidatos proponen algunas propuestas parecidas y mediatizadas.
¿Por qué no las ejecutaron cuando eran gobernantes o fueron parte de esos gobiernos? No es necesario elucubrar respuestas. Quieren votos y en el poder harán lo contrario.
Verónika propone lo que no son ni siquiera hipótesis: no al Servicio Civil, pero sí mejorar la gestión del Estado; respetar los derechos laborales; no a los regímenes laborales discriminatorios, o sea, un solo régimen laboral para todos (recordemos el Contrato Administrativo de Servicios, o CAS, entre otros, y recordó que las leyes laborales son hechas por la CONFIEP); recuperar la negociación colectiva y la sindicalización; pensiones dignas y para lo cual tiene que hacerse la reforma integral del sistema de pensiones y competencia abierta en el sistema privado de pensiones; modificar la Ley de Contrataciones del Estado y construir una nueva economía.
Para poder realizar los cambios necesitamos otra Constitución Política; dijo Vero. Me permito agregar que la actual constitución nos ha hecho un país sin libertad. Y, pues, necesitamos hacer una revolución en democracia; tener un gobierno sincero que apueste por la gente. Ya no las mismas promesas electorales de siempre que encandilan a incautos. Necesitamos planificar nuestro desarrollo y convocar a los mejores y competentes; necesitamos gestores del desarrollo. Que ganen los empresarios, sí, pero no a costa de la gente; por eso, Verónika es la alternativa democrática, y esperamos que desde la víspera de los idus de marzo seamos mejores ciudadanos.