Este barco está en altamar a la deriva, a merced a las tempestades. También de tripulantes y pasajeros, que en vez de tapar los agujeros y arrojar el agua enlodada que hay dentro, se cierran en francas disputas tontas. Se percibe que ésta embarcación, cada vez va metiéndose a fuertes mareas y pronto se estrellará.

¿Qué está pasando? ¿Acaso la evolución humana alcanzó su tope y se encuentra en libre caída estrepitosa de involución?

En el tema judicial, si bien es un órgano del Estado independiente, encargado de administrar justicia; la libertad de sentencia no faculta a sus miembros hacer abuso del poder y cometer barrabasadas inauditas. ¿Cómo se explica que el agresor de la señorita Arlette haya tenido una sentencia exageradamente benigna ante la vista de todo el mundo? ¿Es una cachetada a la justicia? ¿Es una bofetada al pueblo? Todo el mundo ha visto la feroz y cobarde agresión de un bípedo calato a la señorita. Las únicas personas que no vieron son los tres magistrados. Estos actos de incumplimiento funcional son por demás sacados de los pelos; pero, para variar, a todo el pueblo le puede pasar algo, menos a los tres. Ellos seguirán “administrando la injusticia en su jurisdicción”, sobre todo, muy bien remunerados ¿Con qué dinero?

Si cruzamos a la otra orilla, una madrastra de la patria, se supone con el afán de buscar protagonismo con el escándalo, no tuvo mejor idea que proponer una ley de trabajo gratuito de los jóvenes en las empresas, pretextando que allí aprenderán. Para colmo, los miembros de la comisión aprobaron la genial iniciativa por unanimidad; aunque algunos han tratado de borrar su huella con el codo. ¿Cómo se puede evaluar a semejante barbaridad? ¿Es que la orfandad cerebral se comparte con colegas padrastros y/o madrastras?

Estos dos actos, judicial y legislativo, pintan con real crudeza la realidad de la situación en que se encuentra este barco. La gente actúa como si fuera zombi, sin razonamiento ni sentimiento, expresando maldad y excesivo materialismo. ¿Será el efecto del avance tecnológico?

Para variar un poco, los vecinos de un estadio, se apoderan de miedo cuando se anuncia la fecha de un partido de fútbol que llaman clásico, no por la algarabía emotiva que causa el hecho de poder presenciar artes mágicos con el balón, sino por la alta posibilidad de ser presa de magna turba de delincuentes en sus casas y tiendas, que aprovechando la oportunidad de estar en grueso volumen, dan riendas sueltas a sus instintos delincuenciales. Lo lamentable es que ésta multitud está conformada por jóvenes colegiales, personas en flagrante formación de sus vidas. ¿Qué está pasando? ¿Ya se olvidó el valor del respeto a la persona y a la propiedad privada? ¿Serán jóvenes descarrilados carentes de supervisión paternal? Esta situación nos pinta el presente y el futuro inmediato. La vida actual se desenvuelve en completo desorden, como si el barco carece de proa, o las proas se han multiplicado tanto, que al parecer, ésta embarcación no tiene rumbo definitivo. Sin embargo, no solo se experimenta ésta real actualidad, sino que en el presente también se están cocinando éstos seres humanos que serán los que abundarán mañana con su abultada prole. No se está haciendo nada para mejorar el presente, ni mucho menos dejar otras condiciones favorables para los habitantes del futuro. Así de irresponsables son nuestros actos. No, no es culpa del otro ser humano, es culpa mía. Porque, soy tan cobarde que solo miro los errores de los demás. Tengo miedo de mirarme, porque mi sucia conciencia me delatará la tonelada de actos malos que cometo a cada rato con mis semejantes. Claro que ésta situación actitudinal se puede revertir, pero solamente invocando la presencia de Dios en nuestro corazón y en el centro de nuestra casa. Es bueno que seamos hidalgos en reconocer de lo pequeño que es el ser humano sin la presencia de Dios. Tanto creemos que solos podemos vivir bien, que podemos navegar en esta vida, sin embargo, habría que darnos cuenta de una sola vez, que nuestro barco va hundiéndose, flota en el lodo de nuestra ceguera, pierde el rumbo porque carece de proa y aparecen muchas proas que no conducen a ningún puerto. Hay que reconocer que nuestra vida actual está en completo desorden, que es menester trabajar bastante para enderezar el barco del presente, así como ir armando el barco del mañana como personas responsables.