Hola mis queridos amigos lectores, esperamos que este día sea de lo mejor para ustedes. En este día no vamos a dedicarnos de la política o algo por el estilo es una entrega de texto excepcional me refiero a una historia muy relativa de personas que sufren hasta el momento de una partida de algún familiar.
A veces odiamos la “muerte” hace unos días por no decir el fin de semana nos dejó literalmente hablando un incansable maestro. La verdad como periodista nos cuesta escribir o relatar de alguien cercano a nosotros. Pero hoy quiero dedicarle esta línea negra a quien por un momento sentía un familiar muy cercano a don Brunito Acosta, un paisano riojano; mi padre maestro en lo más íntimo tenemos algunas situaciones de la vida algo en común con Brunito, como le decía de cariño. Por el destino fue muy conocido y amigo de mi señor padre y mi querida madre, ambos fueron operados por el mismo caso. Y por muchas coincidencias ambos hijos se casaron. El destino nos pone muchas señales en la vida.
Conversábamos de tantas cosas y como maestro fue reflejado siempre por la constancia y el éxito empresarial. Brunito, llegó por los años 60 a la ciudad de Juanjui, maestro en el distrito de Campanilla y Juanjui, luego de servir 14 años se retiró del magisterio en el pensamiento me hace ver que era un maestro bonachón y servicial.
Un día por eso momentos de vida me ubicó en una conversación me sentía atraído porque me llevaba muchos ejemplos- esas charlas amenas muy cómodos en el sillón de su hotel- preguntó ¿sabes un cuento?, muy poco le dije, solo para que pueda narrar el cuento.
Pues en un tono de burla Brunito me dijo: “El maestro debe saber contar y hacer reír” solo para asegurarme de lo que hacía permanecí callado y comenzó su rollo don Brunito empezó con su historia. Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino.
Luego se escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda piedra. Algunos simplemente la rodearon. Muchos culparon a la autoridad por no mantener los caminos despejados, pero ninguno de ellos hizo nada para sacar la piedra del camino.
Un vecino del pueblo que vivía en el sitio más descampado, pasaba por allí exhausto con un fardo de leña sobre sus hombros; y la vio. Se detuvo, luego se aproximó a ella, puso su carga en el piso trabajosamente y trató de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y empujar hasta llegar a fatigarse mucho, con gran esfuerzo, lo logró. Mientras recogía su fardo de leña, vio una pequeña bolsita en el suelo, justamente donde antes había estado la roca. La bolsita contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey diciendo que el premio era para la persona que removiera la roca como recompensa por despejar el camino.
El campesino aprendió ese día que cada obstáculo puede estar disfrazando una oportunidad, tanto para ayudar a los demás como para ayudarse asimismo. Después de mucho tiempo empiezo a recordar ese cuento como si fuera ayer en realidad fue su misma historia. Brunito mi paisano jamás se quebrantó de sus propósitos entregó ejemplos a sus hijos que hoy sienten el vacío profundo de un inquebrantable maestro que dio su vida por sus alumnos y sus hijos que adoran esa hazaña de hacer mucho fuera de su tierra. Empezó con obstáculos en el trabajo de restaurante, luego se hizo a cargo de la administración de un hotel hasta conseguir algo del mismo Bruno, ser dueño de sus negocios y empresas.
La realidad me ha hecho pensar mucho en Brunito Acosta, su cariño, disciplina, constancia, desvelo y amor por su familia. Sabemos que no murió su alma de bonachón siempre debemos recordar no por este vacío de alma que me atraganta mis glándulas salivales de pena sino de alegría de haber tenido un amigo y maestro de toda una magnitud de dialéctica que aprendí con sus ganas de vivir.