Así le dijeron las directivas del Ajax al “Tulipán de Oro”, el club de los amores de Johan Cruyff.
En aquel entonces, decían que el flaco ya no tenía nada que ofrecer y que era momento de darle paso a los nuevos talentos neerlandeses. Las palabras de Tom Hansen y el resto de las directivas retumbaban en sus oídos: ya no eras el jugador que solía encantar a millones, ya era tiempo de renovarse. Pero Cruyff, con una sed de venganza y el orgullo intacto, decidió responder a esas críticas de la forma más sorprendente.
Sin pensarlo dos veces, el legendario Johan Cruyff llamó al club de Rotterdam y les dijo: “Soy Johan Cruyff, ¿queréis que juegue para vosotros?”
Para sorpresa de todos, no era una broma. Cruyff firmó y se encontró con un tal Guillit, un personaje alto, de rulos y bigote, que parecía estar listo para escribir una nueva página en la historia del fútbol holandés. En el Ajax, la noticia dejó a todos perplejos; nadie imaginaba que uno de sus máximos ídolos optaría por dejar atrás sus viejos tiempos en el club de los amores para emprender un nuevo desafío.
Durante los partidos, Cruyff no perdió tiempo y demostró, con cada jugada, por qué seguía siendo un referente. Mientras disputaban los encuentros, él indicaba constantemente a sus compañeros dónde parar, cómo moverse y cómo guiar el juego. Fue Guillit quien comentó:
“Mientras jugábamos, él nos indicaba cada detalle, cada movimiento, como si el campo fuera su lienzo y cada pase, una obra de arte.”
Juntos, Cruyff y Guillit llevaron al Feyenoord a conseguir dos títulos inolvidables.
Primero, lograron conquistar la liga, superando al Ajax con una diferencia de 6 puntos, y luego se alzaron con la Copa KNVB, dejando claro quién era el verdadero dueño de la noche. Para colmo, el holandés fue elegido como el mejor jugador de la temporada, ¡a sus 37 años!
Johan Cruyff disfrutó de una dulce venganza antes de colgar los botines, demostrando al Ajax el error garrafal que cometieron al descartarlo.