25.8 C
Tarapoto
sábado, mayo 11, 2024

¡Esto sí ya no se cree!

La expresión del título de este artículo es una frase común y forma parte de la idiosincrasia amazónica. De nuestra tierra, la usamos para decir que estamos sorprendidos de esas cosas que escuchamos o ese algo que hemos visto y que nos negamos a aceptar; de esas situaciones que rompen los esquemas y que no formarían parte de los paradigmas de nuestras vidas. Por supuesto que los políticos, los filósofos y los consultores lo podrían definir mejor.

Lo que está ocurriendo con las declaraciones de Barata respecto a los aportes con los que la empresa brasileña Odebrecht aceitó las campañas políticas desde Alan García hasta Pedro Pablo Kuczynski, nos coloca en el limbo o el despeñadero de la situación en que los políticos han puesto a la sociedad peruana. Pero los políticos podrían haber sucumbido a esas debilidades humanas, si es que estos asuntos ya no formarían parte de la realidad política del país, porque tienen el apoyo de otros bribones –se llaman militantes- que tratan de desviar estas situaciones porque han malentendido que el ser militantes les obliga a ser los tapadores de los latrocinios de esos sujetos a quienes llaman sus “líderes”. Y en este juego perverso caen casi todos, incluso aquellos que nos han vendido la imagen de ciudadanos honorables.

La permisividad y la tolerancia de los llamados militantes abonan con largueza las actitudes para que sus ´líderes´ se burlen de ellos y del país. En este juego entra como comparsa el sistema en donde, con el subterfugio del “debido proceso”, se deja libres a los verdaderos delincuentes para que sigan campantes y pontificando honorabilidad como si la pestilencia no se les viera desde la distancia. Aquí tenemos a Alejandro Toledo, quien dice que es un perseguido de la justicia, pero es tan cobarde que no viene a enfrentarse a los hechos. Está la señora Keiko negando lo que la justicia está investigando. A la que consideramos que estaría ajena a este juego protervo, Susana Villarán, pretendiendo negar las cosas que se van haciendo evidentes. Pero el caso más clamoroso es de Alan García, que habría urdido un escenario tenebroso, pero donde comienzan a verse los hilos de la trama.

Hasta los años sesenta se podría pensar que la política era el escenario en donde deberían entrar los ciudadanos que estuvieran más empoderados con los destinos del país y con sus propias visiones personales. Había esos liderazgos de gente que sentía lo que sentíamos nosotros. Sus emociones eran las nuestras. Sus sueños lo compartían con nosotros. Pero la tragedia llegó a nuestro país cuando un día los psicópatas se creyeron con el derecho a representarnos y asumir esos liderazgos cuando lo que buscaban era saciar sus apetitos de poder, disfrutar casi pecaminosamente de las sensualidad que da el creerse que están por encima de todas las cosas y de todos los poderes. Los militantes obsecuentes hicieron el resto y ahí están, en las redes sociales. Por eso tenemos esa cosecha que el caso Lava Jato nos descubre como el país sin rumbo, con un nuevo fantoche en el poder, más cínico y más perverso.

Todos los aceitados niegan casi lo evidente. Sus troles hacen el resto. Pero, como se diría amazónicamente: “¡Esto sí ya no se cree!”.

Artículos relacionados

Mantente Conectado

34,548FansMe gusta
280SeguidoresSeguir
1,851SeguidoresSeguir

Últimos artículos