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miércoles, mayo 1, 2024

Mis diciembres

voces de los lectores
Neder Hidalgo Sánchez
colaborador

Mis diciembres no son más los mismos, no lo han sido desde hace mucho tiempo, desde que me sacaron de mi pequeño pueblo.

Mis diciembres hoy están abrumados de excesiva, monstruosa, atosigante publicidad, de regalos hechos para “pobres” para enriquecer más a los ricos.

Mis diciembres están plagados de aterradores colcoleos de miles de pavos, de miles de cerdos que igual que los regalos siguen engordando las arcas de los ricos, y llenando mi sangre de colesterol.
Mis diciembres están engordados de miles o quizá de millones de niños cuyos juguetes se burlan de ellos detrás de los cercos vítreos de las tiendas a las que sólo asisten los que usan tarjetas de crédito y les dan las espaldas para no contaminarse con la pobreza.

Mis diciembres se ven contaminados con tantos hipócritas que con un abrazo esconden su cara cerca de tu occipital y tuercen la boca como en muchos diciembres, deseándote lo que no desean.

Mis diciembres están retorcidos de tantas muertes absurdas, como la de esas madres muertas a manos de sus hijos, o de los que mueren sin morir siquiera.
Mis diciembres están aglomerados de tantos pesebres, de niños jesuses que han dejado de ser niños para convertirse en un negocio redondo.

Mis diciembres tiene a mis hijos presos del celular, del Tablet, apenas mirándome sin decir nada.
Mis diciembres son ese doblar y desdoblar de billetes que se van más rápido de lo que han llegado por esos benditos regalos y colaboraciones para celebrar con tragos emborrachadores y carne que se desperdicia en ninguna boca…

Quiero mis otros diciembres, de aquellos en los que solía corretear detrás de una libélula o de una chicharra a la que le ataba con tanto cariño un hilo de carrete muy delgado viéndolo volar como a un avión al que ansiaba subir algún día.

Quiero mis otros diciembres cuando alrededor de la placita llena de pasto verde y frutas maduras, junto con otros niños de corta edad jalábamos una lata de sardina atada con una soga de fino algodón hilado por nuestras madres como si fueran nuestros soñados carros.

Quiero mis otros diciembres en los que desde las cinco de la mañana, trillábamos el arroz escuchando en una vieja radio nivico el Cristo Pobre de Migdonio Hidalgo: “chacarero de mi tierra /tú no tienes Navidad/ la creciente va comiendo tu pobreza más y más”…aunque ello no significaba sinónimo de desesperanza.

Igual quiero mis diciembres sembrando en la chacra con la canción Suena el Manguaré: “las canoas van surcando la ribera/brazos fuertes van bogando sin cesar:/ellos saben que en una balsa ha nacido/un llullito que es el Cristo de Belén”.

Quiero mis otros diciembres, cuando en mi papel de pastorcillo navideño cantaba frente a un  altar con un gallito fino debajo del brazo: “yo soy un gitano que vengo de Belén, trayendo un gallito, un gallito cantorcito”.

Quiero mis otros diciembres donde los regalos no costaban más que el ingenio de quienes en rondas de luna llena ideábamos como hacerlos desde  nuestras vivencias.

Quiero mis otros diciembres a la espera del postillón, hombre alto y siempre descalzo que traía los telegramas desde lejanos lugares con los deseos de nuestros familiares de una buena navidad.

Quiero mis otros diciembres escuchando a la telefonista de mi pueblo, dando vueltas a la  manisuela del teléfono para comunicar las nuevas de la familia de otros lugares.

Quiero mis otros diciembres donde la familia conversaba, compartía su mesa y se abrazaba a la felicidad que nos embargaba sin el bullicio de tanto comercial.

Quiero mis otros diciembres correteando por el bosque detrás de una mariposa azul o de cualquier color.

En fin quiero mis otros diciembres…tú no?

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