pastillas para no dormir
Alonso Ocampo
Columnista
Cuando se revela que la salud mental del peruano está bastante deteriorada por los múltiples factores que los especialistas han detallado reiteradamente y que no es motivo de esta columna, no tengo la menor duda de que sea así. Si bien es cierto tenemos muchos espacios cotidianos para confirmar que los estudios del Instituto de Salud Mental son irrefutables, éstos pueden apreciarse con total claridad en nuestra política local y más aún en momentos preelectorales.
Y claro que es así, la política es un ambiente donde la discapacidad por trastornos mentales se evidencia más, trastornos de personalidad, estrés post traumático, trastorno bipolar o los denominados Trastornos Mentales Graves que incluyen a la esquizofrenia, trastorno esquizoafectivo y otras psicosis crónicas.
Solo así lograríamos entender la existencia de precandidatos que en un mismo proceso electoral anuncien su postulación por una organización política y en poco tiempo cambien de decisión y se lancen por otra, solo así podríamos obtener una respuesta al por qué se venden partidos políticos al mejor postor, solo así podríamos comprender que un ciudadano promocione su candidatura por una jurisdicción y luego postule por otra, solo así podríamos explicarnos que alguien se lance por una agrupación inexistente y paralelamente llame a cuanto partido político no tenga candidato para tentar su postulación.
Este análisis es ratificado cuando se observa la conducta de operadores y simpatizantes de uno u otro candidato quienes se sacan los ojos en los medios de comunicación y en las redes sociales, o tal vez cuando crean cuentas en el facebook con nombres inventados -avergonzándose tal vez del propio- para insultar y agredir al que se atreve a cuestionar a su candidato. Mientras se incrementan los niveles de agresión, los precandidatos, lejos de mostrar liderazgo y buenas formas, no hace llamado a la mesura, a la calma, a la fraternidad; para ellos debe ser divertido que sus ayayeros saquen la mierda al contrario.
Así que como no hay la exigencia legal de pasar un examen siquiátrico para declarar la aptitud mental de los postulantes, en el próximo proceso el elector no solo debería observar con mucho cuidado a sus candidatos a regidores, alcaldes, consejeros o presidentes regionales, sino también a quienes están a su alrededor. Es fácil pronosticar que quienes los rodean serán los próximos en estar trabajando en el aparato estatal, así que sería muy bueno evaluar dicha situación. Esta es otra de las situaciones peligrosas a la que nos conduce tener partidos o agrupaciones políticas débiles, poco serias, dependientes de los mecenas o financistas, donde su militancia “remunerada” por el candidato de turno lo único que espera es obtener un puestito de trabajo en el futuro inmediato.
Probablemente la mayoría de peruanos tengamos alguna enfermedad mental que nos negamos a aceptar, solo así podríamos explicar cómo es que seguimos alimentando este círculo vicioso donde no podamos identificar con claridad los objetivos superiores de nuestra sociedad. Actualmente es casi imposible encontrar un ciudadano que esté involucrado con los ideales de su organización política o un partido que cuente con una militancia con la fortaleza y convicción de hacer una campaña política principista, valorativa con el único interés de servir honestamente a su comunidad.
Realmente parece una cosa de locos, probablemente lo sea, en vez de estar sacando tantos abogados, ingenieros, arquitectos, el Estado Peruano debería disponer que las universidades públicas y privadas preparen profesionales en la salud con especialidad en psiquiatría, porque definitivamente los ciudadanos de nuestro país padecemos de alguna enfermedad mental que requiere atención profesional impostergable.
Tengo que terminar este artículo porque me toca mi turno con el psiquiatra; escribir de política también causa daños mentales.