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sábado, abril 27, 2024

Charles R. Darwin, El Emancipador y 10 Cosas Que Nunca Dijo

monkey_0930“La ignorancia genera confianza más frecuentemente que el conocimiento. Son los que saben poco, y no los que saben más, quienes afirman tan positivamente que este o aquel problema nunca serán resueltos por la Ciencia.” — Charles Darwin.

Hoy 12 de Febrero se celebra el natalicio de Charles Robert Darwin quien el 24 de Noviembre de 1859 publicó uno de los libros más importantes de todos los tiempos: Origen de las Especies por medio de la Selección Natural de Charles Darwin. Darwin llegó a completar el proceso de una de las revoluciones científicas más importantes que comenzó con Copérnico, seguida por Galileo y por Kepler, en la cual estos científicos sacaron a la Tierra del centro de la creación y la colocaron como un planeta más en la constelación del universo. De la misma manera, lo que Darwin hizo fue apartar al ser humano del centro de la creación y lo trató como una especie más de entre todas las existentes. Porque antes de Darwin se creía en muchos países, pero sobre todo en Inglaterra, en una teología natural, es decir, que había un demiurgo creador que en la tradición judío-cristiana es Dios y esta figura benevolente había creado a todos los seres vivos, y éstos, una vez creados, se mantenían así por siempre.

Muchas veces durante mi andar nómade en el Perú y el extranjero me he encontrado con personas que no sólo me juzgan a priori por mi irreligiosidad, sino, lo que es más grave aún, intentan atacar mi posición escéptica formulando alegatos en contra de las pirámides del conocimiento científico, en la mayoría de casos sin el mínimo conocimiento de causa. El blanco más común de ese tipo de ataques es Charles Darwin y su Teoría de la Evolución. El ataque es usualmente formulado de la siguiente manera: “Así que tú, siendo irreligioso, crees que descendemos del mono como dice Darwin. Si eso fuera cierto los monos ya no existieran. Además la Teoría de la Evolución es sólo una teoría y ya se ha demostrado que es muy limitada y falsa.”  Este tipo de aseveraciones que parecen pertenecer a mentes con una ignorancia auto-inducida son muy comunes. Lo grave del caso es que muchas de las personas que promueven y los que creen semejantes mentiras nunca se han tomado el tiempo para cuestionar tales creencias ni investigar por su propia cuenta la veracidad de las mismas. Cansado de ser testigo de tales ataques, les presento a continuación una pequeña reseña de qué es lo que realmente Darwin dijo—intento así separar lo cierto de las mentiras, medias verdades  que sus enemigos y detractores han hecho creer a los incautos. En un país como el Perú con un déficit vergonzoso en términos de investigación en los centros de estudios superiores, espero esta reseña sirva de motivación para aquellos que buscan educar o educarse más no así adoctrinar o ser adoctrinados.

Lo que Darwin nunca dijo

1. El hombre desciende del mono
Este mantra, repetido hasta la saciedad, no forma parte del darwinismo. En su obra de referencia, El origen de las especies, Darwin no abordó el linaje humano, pero «al día siguiente de publicarlo, la gente ya decía que el hombre viene del mono», afirma el codirector de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga. Los detractores de Darwin lo ridiculizaron en caricaturas que mostraban al eminente científico convertido en un simio peludo. Posteriormente, en El origen del hombre, Darwin planteó la hipótesis de que humanos y simios descienden de progenitores comunes, no unos de otros. En realidad, la idea no era novedosa para la ciencia de mediados del XIX, sino que aparecía sugerida en trabajos de otros científicos, como Thomas Henry Huxley.

2. La evolución es una escalera que conduce al ser humano
El del hombre y el mono es un caso particular de un error más general, entender la evolución como una carrera de relevos en la que una especie cede el testigo a otra. A esta confusión contribuye un recurso gráfico mil veces utilizado: un simio caminando tras una fila de antropoides con rasgos cada vez más humanos hasta llegar al hombre. Pero ni el ser humano desciende del mono, ni ninguna especie viva se ha detenido a medio camino de la evolución para dar el relevo a otra. Suele equiparse lo más evolucionado a lo mejor, como en las generaciones sucesivas de teléfonos o de coches. Pero un chimpancé no es menos evolucionado que un humano. De hecho, genéticamente se podría considerar más evolucionado; un estudio elaborado por científicos de la Universidad de Michigan (EEUU) y publicado en PNAS en 2007 descubría que el genoma del chimpancé acumula un 51% más de genes modificados por selección natural que el del Homo sapiens. Para el primatólogo Josep Call, la humana es solo «una especie más».

3. Los organismos evolucionan para adaptarse al medio
En los programas de ciencia-ficción es habitual que monstruosos seres evolucionen para aumentar su poder mortífero frente a los sufridos protagonistas humanos. Esta acepción de evolución respeta el diccionario, pero no el concepto científico de evolución biológica: no evolucionan los organismos, sino las especies o los linajes. Esta idea entronca con otra noción errónea; ni el monstruo ni su linaje podía evolucionar con un fin concreto. Entre los proto-evolucionistas anteriores a Darwin, el francés Jean Baptiste Lamarck propuso que los organismos se adaptaban al medio y legaban esas adaptaciones a su progenie; por ejemplo, la jirafa estiró el cuello para comer y produjo crías con cuellos más largos. El modelo de Darwin reveló que es el medio el que selecciona a los mejor adaptados a la supervivencia y reproducción. Sin embargo, hoy el lamarckismo sigue infiltrando cierta interpretación popular de la evolución.

4. El darwinismo es un dogma
Ni siquiera Darwin se liberó por completo del lamarckismo. Al desconocer la genética y los mecanismos de mutación y herencia, Darwin no sabía cómo se producen las variaciones sobre las que actúa la selección natural, lo que le hizo proponer un inverosímil mecanismo de herencia para las modificaciones que el organismo adquiría a lo largo de su vida: si un individuo fortalecía un músculo, sus células liberaban unas gémulas que llevaban esta información al esperma o al óvulo para que la progenie naciese con el músculo más desarrollado. Cuando más tarde se divulgaron las leyes de la herencia formuladas en la misma época por el monje checo Gregor Mendel, muchos científicos las rechazaron por considerarlas contrarias al darwinismo: frente a la variación azarosa y continua de Darwin, Mendel planteaba una herencia matemáticamente predecible y estática. No fue hasta la década de 1930 que genética y evolución confluyeron en la llamada teoría sintética.

5. Darwin explicó el origen de la vida
Ni Darwin ni la moderna biología han logrado aún explicar cómo surgió la vida a partir de las moléculas biológicas primitivas. Darwin tampoco pretendió revelar el origen de la vida, sino solo su evolución una vez que existieron los primeros seres. En su autobiografía escribió que en la época de El origen de las especies aún era teísta, creyente en un dios como primer motor que había intervenido para prender esta chispa de vida y desencadenar un mecanismo evolutivo autoalimentado mediante leyes naturales.

6. Darwin inventó los conceptos de evolución y de supervivencia del más apto
Las ideas de antepasados comunes y de transmutación de unas especies en otras aparecen ya en los escritos de Anaximandro, filósofo griego del siglo VI a.C., así como de otros pensadores en Occidente y Oriente. Algunos de estos autores se basaban en la observación de los fósiles. Incluso una noción primitiva de selección natural aparece ya en la Grecia clásica. Pero la expresión «supervivencia del más apto» no fue acuñada por Darwin, sino que la adoptó en ediciones posteriores de El origen tras haberla leído en los Principios de Biología del filósofo victoriano Herbert Spencer, quien a su vez había inventado el eslogan al incorporar a su obra las ideas publicadas por Darwin. Ni siquiera el término evolución aparece una sola vez en El origen; este vocablo se popularizó más tarde y también Spencer fue uno de los primeros en emplearlo.

7. Los pinzones de las Galápagos inspiraron el eureka
Rara vez la ciencia avanza por eurekas; lo habitual, también en el caso de Darwin, es un progreso continuo y laborioso que bebe de múltiples fuentes. En cuanto a los pinzones, que con sus picos adaptados a diferentes alimentos han pasado a la historia como las musas de Darwin, no aparecen siquiera mencionados en El origen. En esta obra, Darwin se limitó a exponer la comparación entre las aves en general de este archipiélago y de otros lugares. En obras posteriores, Darwin sí recurriría a la comparación de especies, pero su interés no se centró en los pinzones, sino en los sinsontes.

8. Darwin refutó la creación bíblica
La fijación de los fundamentalismos religiosos por Darwin como enemigo supremo induciría a pensar que fue el británico quien destronó a la Biblia como pauta para explicar la historia natural. No fue así. En el Reino Unido, la sociedad victoriana sufría ya antes de Darwin una crisis de fe de etiología (disciplina que destina sus esfuerzos al estudio de aquellas causas que dan origen a las cosas) compleja, donde la razón se imponía a la revelación. A ello contribuyeron los descubrimientos en geología, que restaban crédito a la creación narrada en el Génesis en favor de una Tierra formada lentamente a lo largo de millones de años y por los mismos fenómenos que actúan hoy, no por grandes catástrofes repentinas como el diluvio universal. Esta teoría fue formulada por el geólogo y cristiano devoto Charles Lyell, y ejerció una fuerte influencia en el pensamiento de Darwin. La evolución tal como la formuló su autor no refutaba una posible creación divina, e incluso el propio científico creyó en ella durante años.

9. Darwin perdió la fe por su ciencia y fue enemigo de la religión
Ni Darwin fue un ateo militante, ni se convirtió al cristianismo en su lecho de muerte. Ambas visiones corresponden a manipulaciones de su figura, que se ha tomado como enemigo o modelo desde trincheras opuestas. Darwin explicó en su autobiografía las razones que le llevaron a abandonar la fe, y fueron argumentos sencillos que cualquier persona sin conocimientos científicos podría utilizar: las contradicciones entre distintas religiones reveladas, la negación de un Dios cruel y castigador o el rechazo a una supuesta condenación eterna para los paganos. Y su última conversión antes de morir es otro mito sin pruebas. Pero Darwin no eligió su papel como blanco del fundamentalismo religioso. Respetó las creencias de otros, como su propia esposa, y se unió al agnosticismo científico adoptado por figuras como su amigo y colega Thomas Henry Huxley.

10. Es solo una teoría
Recientemente, un semanario católico publicaba un artículo en el que, sin negar la doctrina evolucionista, se afirmaba que «las teorías de Darwin siguen siendo una hipótesis. Falta constatación empírica». En tales afirmaciones subyace el error de equiparar la teoría a la pura especulación. Para el método científico, ninguna hipótesis se puede demostrar como cierta, sino solo como falsa. Se asume su validez cuando las pruebas merecen la aprobación de la comunidad científica. En 150 años se han aportado miles de indicios que impulsan la teoría evolutiva en el sentido que lleva desde entonces, y ni uno solo en el sentido contrario. Como señala el genetista Antonio Barbadilla, «nadie duda de otras teorías científicas que no afectan a las creencias, y pocas están tan contrastadas como la evolución».

 

Adaptado,y editado del  por

Wilter Perez Barrera
Lic. Ciencias Politcas: Gobierno y Asuntos Internacionales
Lic. Estudios Biblicos 

Referencia
Articulo Original: http://www.publico.es/199784/

Bibliografia

DARWIN, Charles; WALLACE, Alfred Russell. La teoría de la evolución de las especies. Barcelona: Crítica, 2006.

GÁNDARA, Diego. Darwin: vida, obra y pensamiento. Barcelona: Planeta DeAgostini, 2007.

MILLER, Jonathan; LOON, Borin. Darwin para principiantes. Buenos Aires: Errepar, 1995.

PELAYO, Francisco. De la creación a la evolución: Charles Darwin. Tres Cantos (Madrid): Nívola, 2008.

OWEN, R. Lectures on the Comparative Anatomy and Physiology of the Invertebrate Animals. Londres: Longman, Brown, Green, 1843.

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