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domingo, abril 28, 2024

Controlemos a los burros

“Había una vez un soldado que llevaba un burro sobre sus hombros, no lo hacía porque amaba los burros, sino porque el área estaba minada. Si el burro daba vueltas libremente, todos hubiesen volado por el aire”. Una moraleja que nos queda como anillo al dedo en estos momentos de pandemia y de rebrote del Covid.

Estamos así de jodidos, dentro de una sociedad a la que le importa un pepino su vida, en donde prevalece ir de juerga que proteger a su familia. Hemos llegado al punto de normalizar toda esta situación y creer que no pasa nada y que el gobierno nos quiere manipular.

Ayer un comerciante en el mercado 2 de Tarapoto tenía en su cuello colgado la mascarilla, sí, aquella que nos repiten una y otra vez que debemos utilizar correctamente para evitar contagiarnos del Covid 19, sin embargo, este elemento de protección, para él no significaba nada, no existía la responsabilidad por el cuidado de su salud y menos el respeto por los demás. Cuando fue increpado por un grupo de personas, salió con el mismo discurso “El virus no existe”. Ignorancia, incredulidad o simplemente una excusa para desafiar a la muerte.

Hace unos días falleció una tía en Trujillo, ella venía luchando contra la neumonía, aquella enfermedad que el Covid había hecho pedazos, un virus que la hizo morir en una camilla de un hospital completamente sola y eso sin duda duele y crea conciencia. Muchos dicen que esta pandemia es una mentira y que nos están manipulando, los que hablan eso seguramente no han perdido algún amigo o un familiar.

Hacemos todo lo contrario a lo que nos indican realizar. Nos piden que nos lavemos las manos y no lo hacemos. Nos piden que usemos correctamente la mascarilla, tampoco lo hacemos. Nos piden que nos distanciamos y le restamos importancia. Nos piden no acudir a reuniones sociales y es lo primero que hacemos.

Discotecas con fachada de restaurantes repletos con jovencitos sin mascarilla a quienes no les importa contagiarse y morir en ese proceso. Personas que se llenan vociferando que no son títeres del gobierno y que por eso son autónomos con sus decisiones. Todos estos son los primeros en ocupar las camas UCI y son los mismos que exigen atención del estado, pero que no hicieron el mínimo esfuerzo por prevenir el contagio.

Nos piden que nos quedemos en casa y muchos moralistas y chambeadores dicen “tenemos que trabajar para vivir” y yo pienso exactamente lo mismo, porque son pocos los que sobreviven rascándose la panza o a quienes les mantiene alguien más pudiente. Sin embargo, somos una sociedad doble moral, porque muchos de los que alardean ser emprendedores y gritan tener la necesidad de salir a trabajar, son los mismos que se alistan para el reencuentro de la promoción, la despedida del compañero de trabajo o el privadito en la casa del amigo.

El mensaje es claro, ¡Sal!, pero para lo que es necesario, ir al mercado, la farmacia o a tu trabajo que es presencial. Si obedeciéramos en salir por lo estrictamente necesario, habría mucha menos gente en la calle, no estaríamos en una caótica segunda ola y no tendríamos que estar deteniendo toda la economía como de seguro pasará en algunos días.

Tú, yo, todos y todas hemos visto afectado nuestra economía, que alguien diga lo contrario, estaría mintiendo. Muchos se quedaron sin trabajo, otros gastaron sus ahorros, hay quienes se tiraron todo su AFP y se ayudaron con sus bonos, pero todo eso ya se terminó y las billeteras están vacías.

No bajemos la guardia, no estemos a la defensiva, pensemos con cabeza fría, las muertes no han sido inventos y eso podemos corroborar todos los que hemos perdido familiares y amigos. Esta pandemia trajo dolor y ese dolor no puede seguir extendiéndose durante este año, porque eso sería desastroso.

Indigna ver en las calles a personas sin mascarilla o con la mascarilla por debajo de la boca. Da rabia ver que cada día se intervienen casas y bares con decenas de irresponsables. Y haciendo relación con la moraleja, todos ellos son burros, que no saben a dónde ir y la única manera de controlarlos es amarrarlos para que hagan caso. Esa es nuestra realidad.

Ya no gastemos palabras dando mensajes para generar conciencia. Para evitar más contagios solo nos queda CONTROLAR A LOS BURROS.

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