24.8 C
Tarapoto
lunes, abril 29, 2024

Elvira Reátegui Villanueva, una mujer singular

Encontrarme con doña Elvirita Reátegui Villanueva (Chazuta, 1938), es volver a mis recuerdos de hace sesenta años; casi toda una vida.  Los recuerdos nos llevan hacia el pasado o este viene al presente para llenar ese casi vacío de nuestras vidas debido a la tecnología. ¿La tecnología está haciendo muy difícil nuestras vidas? ¿Fuimos más felices en esos tiempos? Alguien escribió que “la nostalgia ya no es como era antes”. Pero no nos vayamos por senderos difíciles porque hoy escribiremos de doña Elvirita, chazutina universal, danzante vaquerina, aunque ya no es ese “Varón”, mote que se ganó en su infancia y adolescencia pues ella se trompeaba como los buenos machos, juga bolas, futbol, básquet, trompo, construía sus aviones de topa y correteaba por el pueblo como un varoncito más. Pero era ´ella´, la que haría de su vida una de tantas emociones y alegrías. Y ella será eterna.

A mi tía Rosario Arévalo Tenazoa le gustaba contarme que admiraba la agudeza y la ironía que doña Elvirita manejaba como arte natural y espontáneo. ¡Cuidadito con no estar preparados ante alguna insinuación, pues nos daba en nuestro “resho” y, sálvese quien pueda! Por ejemplo, en cierta oportunidad le dijeron que su esposo, don Marcelino Ríos Panaijo, era un legítimo saco largo, y ella contesto: “¡Saco largo? ¡Mi marido tiene plata y puede hacerse el saco del tamaño que quiera; en cambio, otros no se pueden comprar ni un bividí de segunda mano!”. Al jodelón no le quedaba otra que poner pies en polvorosa.

A doña Elvirita la admiré siempre por la manera de cómo entendió la vida, y lo sigue haciendo. Por su humor permanente, su sonrisa eterna, su compromiso con pueblo: en el deporte, arengando hasta el frenesí a los jugadores del Sport Lores, cuando se enfrentaba con el Sport Progreso, en esos clásicos domingueros que nunca olvidaremos; entonces, doña Elvirita, de esa mujer tranquila que es se transformaba en una de las Furias, con los gritos de: “¡No ha de ser! ¡No ha de ser!”, o el “¡Virushaaa!”. En los eventos culturales, dramatizando su papel de María Parado de Bellido ante el abusivo brigadier español José Carratalá, que interpretaba don Tulio Ayachi del Águila, cuando esas veladas literarias-musicales, que la iniciaron en el pueblo don Adolfo del Águila y Tulio Ayachi, que le llevaban al pueblo hacia las alturas. La generación de doña Elvirita fue una generación creadora.

He admirado siempre a doña Elvirita por su actitud ante la vida: positiva, querendona y llevando la empatía hacia el nivel más alto de los sentimientos; su adolescencia y juventud dada para la broma sana. Ella estaba en primer lugar para las correrías del ¡San Juan! ¡San Juan!, cuando en el día de las fiestas de San Juan el pueblo amanecía con un tropel de pendencieros recorriendo la calle Bartra Mera, de extremo a extremo, desde la quebrada del Pasiquihui hasta el Chazutayacu, donde terminaba la algarabía jocosa. ¡Y cuando no!, mi tío Carlos “Ovejero” Arévalo, ese viejito verde que se las daba de mozandero, acompañando la comparsa con su acordeón al son del “Puca, puca es tu calzón, anda lava con jabón”.

Hija de don Rodolfo Reátegui Flores y Elvira Villanueva Cenepo y hermano de Ambrosio, Mariana, Néstor y Rodolfo, este que fue el mejor guardameta del mundo, está orgulloso de sus hijos Irma, Marcelino, Manuela y está en su recuerdo Antonio. Recuerda sus estudios desde los grados 3° al 6°, en el convento Virgen de los Dolores, en Yurimaguas, de donde retornó en un vuelo de TAM, y no se moverá nunca más de su Chazuta eterna, nos dice casi con tristeza. Pues, así es doña Elvirita, de quien quise hacer un retrato, porque a ella siempre la admiraremos. (Comunicando Bosque y Cultura).

Artículos relacionados

Mantente Conectado

34,540FansMe gusta
275SeguidoresSeguir
1,851SeguidoresSeguir

Últimos artículos