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sábado, abril 27, 2024

En esta Navidad el mejor regalo es protegernos y cuidar a los demás

En el futuro, cuando recordemos 2021 y contemos cómo pasamos la Navidad, ojalá habremos puesto fin a los años terribles del que guardamos memoria, los saludos y los deseos de bienestar sean para dejar atrás lo vivido y que llegue pronto la anunciada inmunidad. 

Creyentes y no creyentes del espíritu navideño y agnósticos de esta celebración. 

Todos nos veremos contagiados, por el clima emocional y alegre que vivimos esos días en el ambiente, que siempre acaba ablandando al más reacio. Sin embargo, las inauditas condiciones en que las celebraremos, unidas a la pesadumbre que arrastramos desde el inicio de la pandemia, harán que las celebraciones sean para protegernos y proteger a la familia y la comunidad. 

Desplazados, sin hogar ni techo 

Imposible saber a estas horas si los emigrados podrán volver a sus pueblos de origen para reunirse con sus familiares, cuántos podrán sentarse alrededor de una misma mesa.  

En nuestra cultura, más allá del significado religioso para los cristianos, más allá de las fiestas, más allá de la nueva paganización consumista, la Navidad es un tiempo especial para la reflexión, para recordar nuestra infancia. 

Fuimos felices a nuestra manera. 

Nos retrotrae a nuestra infancia y a los buenos momentos con calor de familia, con nuestros amigos, con la “collera” o “la mancha del barrio” y también a las personas que hoy nos hacen falta, los ausentes a los que elevaron sus vidas al infinito y desde ahí guían nuestros caminos. 

Por unas horas, trascendemos la familia y volvemos a la tribu de nuestro pueblo, a sus callecitas y al canto de pastoras de navidad. Trascender nuestra memoria, y recordar a la pelota o el carrito de del regalo de tu padre, entre la inmensa sonrisa de tu hermana jugando con su muñeca de trapo ante la tierna mirada de mamá, así de simple y llano era el verdadero abrazo con la felicidad navideña. 

Crecimos, vivimos en LIBERTAD, sin tablet´s ni celulares, sin “amigos virtuales”; crecimos con nuestros rituales, MAS HUMANOS, compartiendo juntos en una humilde mesa, reímos, nos abrazamos, jugamos, el cariño maternal y paternal, aceptamos a los nuevos miembros hermanados, como auténticos seres humanos, aunque sea por unos momentos, MAS HUAMANOS, MÁS SOLIDARIOS. 

Son otros tiempos, nuevas generaciones, con una tecnología que separa y deshumaniza las relaciones interpersonales, en la foto fingida para el Instagran y el Facebook parecen haber ganado espacios en la familia, en el entorno social; desde el niño o niña, la madre y abuela, el doctor, el médico o el chico de clases, adictos al maquillaje social. 

Mantengamos vivos esos los lazos tribales. Son años difíciles, y este lo ha sido, el núcleo familiar es importante; nuestros hijos, nuestros padres, nuestros abuelos y abuelas en la alegría y en el dolor, es decir, una familia en la que apoyarse y a la que apoyar.  

La tristeza con esperanza es mucho menos triste que en soledad. Los humanos no somos virus. Adoptamos comportamientos y conductas y, entre ellas, las más ancestrales son para protegernos, proteger a nuestro núcleo familiar y proteger a nuestra comunidad. 

Las luces de Navidad no pueden deslumbrarnos. Las familias podrán reunirse muchas veces en el futuro, pero es probable que, al menos en una generación, no tengan otra oportunidad como está de protegerse, de proteger a otros y de ser protegidos por los otros. Y la principal protección es reducir al máximo los contactos y ser conscientes que el riesgo de contagiarlos existe. El clan es confianza. Y también esperanza.

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