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lunes, abril 29, 2024

Tantos recuerdos, tantos

Por: Willian Gallegos

Y llega el momento del viaje sin retorno de los seres queridos y tenemos que acostumbrarnos que la vida tenga que seguir sin ellos. La partida de la tía Laura, al habernos conmovido profundamente, nos trae esas épocas en que la felicidad se desbordaba y que nos hizo creer que los valores, que ella y otros seres queridos nos inculcaron, serían factores principales para lograr nuestros sueños. Y esos sueños se forjaron en Chazuta, dentro del espíritu universal de ser parte de la humanidad, cuando los textos de la escuela nos pintaban el escenario futuro promisorio, sin ese idiotismo de la llamada “competitividad” que décadas más tarde algún cretino de por ahí nos vendió como el factor fundamental para el éxito y el triunfo.

Entre los muchos lugares en donde se generaron esos sueños, y que fue el inicio de los recuerdos de familia está el edén que construyeron Víctor Hugo Arévalo Tenazoa y Laura Garazatúa Bartra.  Ellos construyeron una familia convocante y al fundo llegaron todos. Allí encontraron el calor y el afecto nuestra familia numerosa y quienes siempre llegaban a pasar las vacaciones  y disfrutar de una naturaleza todavía pródiga, el asombro del trapiche movido por la hidráulica para moler la caña y, en las noches, disfrutar de la lectura de las revistas que nunca faltaban, como eran Life, Selecciones, Visión, O´Cruzeiro, y las obras famosas de la Editorial TOR, con la poderosa luz de las lámparas Petromax que vencía la oscuridad de unas noches que, sin ellas, parecían tenebrosas. Y en medio de todo, la tía Laura, atizando el fogón para una cena de media noche para quienes velaban destilando el aguardiente en esos alambiques de cobre, como la etapa final de ese proceso industrial que comenzaba en la molienda.

Por el fundo pasaron, en misiones diferentes, tantas personas e individuos, como los alcoholmetristas: esos empleados casi tenebrosos de la entonces Caja de Depósitos y Consignaciones, a quienes se temía como si fueran los auditores de la Contraloría. La imagen que nos dejaron era su habilidad para sellar los alambiques y parar la producción de aguardiente hasta su próximo retorno. Mi recuerdo de infancia rememora que eran los individuos más odiosos, porque, de repente, por su deformada formación, creo que nunca sonrieron, como que nunca expresaron una palabra amable, ni algo parecido. Un día llegaría el tío Aquiles Tello, quien diría que para eliminar el mal paso de El Chumía tendría que utilizarse una bomba atómica.

Al fundo “Progreso” llegaron todos y fueron bienvenidos, como los Valdivideso-Sandoval, entre otros. Ahí se concentraba la familia y la muchachada de entonces creciendo en libertad, “chivateando” por el pasto y el  monte por lo maravilloso de la vida, mientras el tío Víctor Hugo, después de la dura jornada, disfrutaba de su café, escuchando en su radio Sudfunk, las noticias de la revolución cubana, las luchas libertarias en el Congo Belga, el lanzamiento del último satélite artificial, el maravilloso periplo por el país del arquitecto Fernando Belaunde Terry, y la tía Laura programando las actividades para el nuevo día.

La partida de la tía Laura nos trae nuevamente el recuerdo de aquellos seres queridos que ya viven el sueño eterno. De ellos, que siempre fueron parte indesligable de nuestras vidas. Dicen que los seres queridos mueren cuando los olvidamos. Pues ellos nunca morirán, porque viven en nuestra memoria. Seamos consecuentes, pues: que el amor que sembraron siga dando sus frutos para cosechar día a día esa felicidad que quisieron para todos nosotros.

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