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lunes, abril 29, 2024

Educar para una sociedad dialogante

Dialogar no solo consiste en hablar, sino, sobre todo pensar en torno al bien y saber escuchar.

Uno de los rasgos más distintivos de la persona respecto a los demás seres vivos es su capacidad de pensar y desarrollar su lenguaje; quizá por ser algo tan natural no se ha trabajado en la familia y en la sociedad la necesidad de una adecuada educación de esas potencialidades humanas.

Sin embargo, en nuestra sociedad es evidente la necesidad de aprender a dialogar en torno al bien común, desarrollar la capacidad de compromiso y apostar por una convivencia cordial. 

Necesitamos diálogos sobre asuntos esenciales que contribuyan a poner unas condiciones elementales para una vida digna para todos, por ejemplo: el respeto irrestricto a toda persona, la educación básica, el desarrollo del talento humano, la libertad, la democracia, el crecimiento sostenible, entre otros.

Las primeras condiciones para la comunicación entre personas son la empatía, la confianza y la apertura hacia los demás. 

Hace unos diez años conocí una historia familiar sencilla y muy impactante. En la familia había una niña que debía iniciar la educación secundaria. Para llegar a la escuela había que caminar una hora y media; por las mañanas la acompañaba el padre –y luego se trasladaba a su chacra– y para la salida, la madre se organizaba para ir a recogerla; consideraban que la inversión de tiempo era alta, pero estaban convencidos de que había que hacerlo, ellos intuían que el riesgo de afectación de su integridad era muy alto; advertían la presencia de amenazas en el entorno y no eran por temas ambientales, sino por el daño que podría causarle otra persona. Es decir, había que cuidarse del otro.

Lo lamentable es que esos riesgos no se han extinguido ni en la zona rural ni la zona urbana y afecta a niños y niñas.

Que una niña o niño tenga que vivir con miedo de la conducta desadaptada de un adulto o renunciar a sus derechos –de educación, por ejemplo– conmueve. No deberíamos esperar que suceda un acontecimiento extremo para recién ocuparnos, más meritorio es ser proactivos y ante amenazas como la señalada, propiciar un diálogo sincero y el establecimiento de un compromiso que garantice el respeto absoluto a toda persona.

Si bien la vida en armonía es un ideal; lo que sí es posible entender es que nadie tiene derecho a afectar al otro y que resulta más grave aún afectar a una persona que está en una determinada condición de vulnerabilidad. 

Se necesita ser educado para vivir en comunidad; en ese sentido, en la escuela se deben tener unos consensos en torno a los saberes básicos que se deben inculcar, de tal modo que faciliten una convivencia cordial y el desarrollo del talento de cada uno. Es evidente que esa tarea requiere de la cooperación de la familia. Determinar cuáles serían esos saberes esenciales exige dialogo orientado a establecer consensos: desde el punto de vista teórico, las ciencias de la educación aportan buenos criterios y, en la medida en que estos tienen que pasar a la acción, se debe apelar a mecanismos de comunicación que reúnan a interlocutores válidos y los comprometan.

Dialogar no solo consiste en hablar, sino, sobre todo, pensar –pensar en torno al bien– y saber escuchar; educar personas dialogantes es preparar una ciudadanía con pensamiento crítico y con posibilidades de crear vínculos interpersonales. El diálogo implica participación activa, una relación horizontal, un equilibrio entre racionalidad y afectividad y; tratar al otro con respeto, aprecio e incluso acogida. Apostar por el diálogo es convencerse de que, desde el entendimiento humano, es posible encontrar soluciones idóneas a los desafíos comunes.

Siendo el diálogo tan natural, fructífero para el encuentro interpersonal y útil para establecer soluciones comunes, cabe preguntarse: ¿se dialoga lo suficiente en nuestro entorno?, ¿qué diferencias se pueden establecer entre el bien común y el egoísmo?, ¿se es libre para decir una opinión tal cual se piensa? o ¿qué necesitamos para ser leales con nuestros pensamientos? 

Quizá, antes de dialogar con otro, sea necesario aprender a dialogar con uno mismo, tomar conciencia de sí, preparase para valorar el aporte del otro y disponerse a socializar los saberes que contribuyan con el crecimiento de los demás.

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