El auge del neoliberalismo y su victoria ideológica desde los 90’ ha entrado en crisis, el cambio alternativo es un torrente que está a la espera de un liderazgo, de un programa y de un movimiento amplio capaz de conducir a las masas en esa tarea histórica.
Constituye entonces labor inaplazable la conducción de los pueblos por la victoria, tarea con una única y clara receta: la de la más amplia UNIDAD.
Los sectores que apostamos por el cambio, disgregados, atomizados y desunidos, sólo seremos una masa amorfa, estéril, ruidosa pero sin voz clara, con la razón de nuestro lado pero con una atrofia como hoyo, así que no hay más vueltas que dar, la UNIDAD es garantía de victoria.
La UNIDAD tiene que estar expresada en un programa mínimo que condense e hilvane nuestras coincidencias, con dirigentes que asuman y entiendan el momento histórico, que implica el despojo de personalismos, subjetivismos y de terminología violenta que ahuyenta; la táctica actual implica una mirada y conducta moderna, sin que eso implique renunciamiento de principios como la justicia social, la defensa del medio ambiente, la salud y educación pública gratuita y de calidad, así como la defensa de los derechos laborales.
Pero no basta un programa mínimo y un referente amplio y unitario, se necesita también de un liderazgo limpio, convocante, fresco, que contribuya a poner en la agenda nacional el cambio de modelo, desde mi modesto punto de vista y con el respeto de otros respetables aspirantes, la figura de Verónica Mendoza está cumpliendo ese rol.
No se puede ignorar que a pocas horas de haber anunciado su deseo de postular a la Presidencia las redes sociales han fluido más de lo habitual, los medios de comunicación lo han destacado en titulares y ha dado más entrevistas que todos los potenciales candidatos, seguramente que esta semana se verán los primeros ataques, le imputarán, lo que le dijeron a Toledo y Humala cuando empezaron a despagar, “roja”, “terruca”, “candidata Chavista”, etc. La derecha que es torpe, bruta y achorada no tardará en sacar sus garras pretendiendo arrancar los pétalos de esta nueva esperanza.