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sábado, abril 27, 2024

La verdad

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El gobernador de Judea, inquieto por el saber, hizo una pregunta filosófica a su ilustre condenado “¿Qué es verdad?”. Para algunos esta pregunta inquiere por un producto y para otros ha significado un proceso tedioso pero porfiado por descubrir con sus propios medios y recursos intelectivos la verdad, a veces tran¬sitoria y otras veces escurridiza.

La verdad ha sido aquella virgen del sol, siempre codiciada y soñada, pero nunca alcanzada, o muchas veces cerca, solo por aproximación. Cada individuo sincero y buscador de la verdad, no ceja en su empeño por aproximar a la humanidad hacia la “verda¬dera verdad”. Pero, ¿qué es la verdad? La pregunta de Pilatos solo refleja el síntoma de la humanidad sedienta por llegar al fin último de las cosas, pero a la vez también refleja el síndrome del buscador inconcluso.

El ser humano es tal en cuanto sigue buscando la verdad, y re¬nuncia a su dignidad racional cuando cede a la pereza mental, por contentarse con lo que es o con lo que tiene. Estos son los de pensamiento débil, que enajenan sus creencias a lo que diga otra gente y no a lo que ellos piensen, porque no piensan y no les gusta hacerlo, tienen pereza y solo esperan aprovecharse de las ideas de otros hombres.
Es un grave problema para la humanidad contar con esta gen¬te a quien no le interesa la verdad, más que el logro de su propio provecho. Estos son como las hojas de otoño llevados por todo viento de doctrina. Son los que un día aclaman y otro día denigran, no tienen ningún ancla en donde apoyarse y nadie puede estar se¬guro de su lealtad.

Por otro lado, también constituyen problema porque en ellos, son más fuertes las tradiciones o costumbres que la verdad misma. En este caso la verdad es subversiva y peligrosa y por tanto culpable de desacato y herejía.

En referencia a Cristo, dijo Caifás “es mejor que muera uno y no que todo el pueblo perezca”. La verdad era tan dura que amenazaba la exis¬tencia del pueblo, por tanto prefirieron crucificarla antes de convi¬vir con ella. Prefirieron a Barrabás, la continuidad del mal y el peli¬gro, a una verdad evidente de cambio.

La historia de la humanidad es de continua crucifixión de la verdad, y los pocos que han querido defenderla han terminado en el ostracismo. Se ha impuesto el poder institucionalizado de estilo darwinista que no resiste la verdad, porque su fuerza se cuenta, no por la transparencia sino por la supervivencia del más fuerte. En estos tiempos se exalta el engaño, la traición, la violencia, el sexo y la corrupción. Parecen los más grandes “aliens”, estas extrañas criaturas del planeta del averno, ha invadido nuestra tierra de ho¬rror y destrucción moral, cuentan con el apoyo servil de la mayoría moralmente débil de nuestros terrícolas, y aún se deleitan “ma¬tando” a los escasos luchadores por la libertad y la verdad.

Seguramente en el cielo nos daremos cuenta que muchos de aquellos a quienes aplaudimos como benefactores, fueron los peo¬res destructores de la tierra, y aquellos a quienes deseamos la muerte por ser peligrosos para la sociedad, resulten ser los verda-deros héroes de una causa justa que descendieron a la sepultura cargados de infamia por los “aliens” del planeta del averno.

Con razón alguien, en su extrema indignación, acusó que en la mayoría de los casos “mártir es aquel que murió defendiendo la corrupción y villano aquel que luchó contra ella”. Ahora, los valores morales, no los dicta la familia sino el poder a través de sus sistemas omnímodos de información que distorsionan la mente de los habitantes de esta tierra.

Nuestra fe estará puesta en aquella verdad que descubrimos a medida que avanzamos por el laberinto del conocimiento y tam¬bién del corazón.

Quién se detenga o se canse de buscarlo, se encuentra a merced de las fuerzas invasoras del averno que se delei¬tan con nuestro yugo.
Si el encuentro de la verdad es nuestro sueño, todo esfuerzo que se haga resultará mezquino con respecto a la verdadera luz que irradia ella.

Renunciando a la tradición o a la costumbre “por¬que mis padres así lo hicieron”, se dará el primer paso hacia la liber¬tad. Si esta hubiera sido la actitud de nuestros parientes de la anti¬güedad, no habrían matado a Jesús, tampoco a Sócrates, a Marce¬lo Malpighi; no se habría perseguido a Copérnico, ni a Galileo Galilei, no se habrían matado entre cristianos, ni tampoco se habrían asesinado a millones de no cristianos por los llamados seguidores de Cristo. La verdad no es intolerante, esta es solo transparente y reluciente como el cristal que enceguece al inconstante.

“Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. Es una sen¬tencia de Cristo, nadie puede conocer la verdad y seguir siendo es¬clavo; sólo un esclavo no conoce la verdad. Ahora el esclavo no es el que trabaja de sol a sol con un sueldo de hambre, sino aquel que “libremente elige” depender de la bebida o de la droga, o de la in-fluencia de grupo o la presión social, que no puede expresar lo que piensa por temor al ridículo y carece de principios sólidos por adap¬tarse a la mayoría. El maestro argentino Sarmiento escribió: “No creo en la democracia porque siempre gana Barrabás”. La libertad occidental es la libertad para elegir ser esclavo de un sistema opre¬sivo que se llama “libertad sin límite”, que no es otra cosa que cons¬tituirse en maniquí del sistema de manera inconsciente.

La auténtica libertad empieza por el descubrimiento de la ver¬dad, y mientras tanto, su búsqueda incesante se desajusta de la costumbre y del estatu quo. La verdad está ahí, hay que echarle mano con valor y sin importar el costo, hay que defenderla, así nos cueste la vida a manos de extraterrestres que han invadido nues¬tro mundo con mentira, extorsión y vicio.

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