Para quienes desde un inicio de la campaña de la Alianza Popular creímos que era una alternativa seria y madura políticamente hablando nos resulta bastante complicado ante esta coyuntura electoral decidir entre Keiko Fujimori y PPK porque de alguna manera como refieren los expertos ambas opciones tienen más cosas en común que diferencias: La antipolítica como herramienta para vencer a la política institucional y el pragmatismo frente a las ideologías conceptuales partidarias.
En el caso del fujimorismo se produce un fenómeno curioso porque nace en los 90 como antípoda de la política tradicional, levantando la bandera del chino sí cumple y arrinconando a los partidos decanos del Perú; sin embargo, hoy, esa contracorriente que el Fujimorismo representaba se ha convertido en una fuerza política organizada a nivel nacional producto del trabajo desplegado los últimos años por la señora Keiko Fujimori, es decir el fujimorismo de hoy ha apelado a las estrategias políticas de quienes ellos mismos se encargaron de arrinconar en los 90 (conformación de comités hasta en los pueblos más pequeños) y eso les ha dado excelentes resultados electorales en varios departamentos del Perú.
En la otra orilla encontramos a PPK, de quien no se puede decir que lidera o representa un partido político, es sin ninguna duda una alternativa o un proyecto unipersonal en torno al cual giran otras figuras que en momentos diferentes mostraron también diferentes posiciones. Si en torno a PPK no hay una estructura orgánica mínima menos aún existe un grupo de políticos con consistencia, esto último se reafirma por ejemplo con la incorporación de Anel Townsend de quien no necesitamos dar más detalles sobre su variopinta trayectoria política.
En Keiko Fujimori encontramos el estigma del padre asechado por el fantasma de Montesinos, el quebrantamiento del orden democrático entre otros temas, pero hay quienes dicen que se pretende condenar a Keiko no por lo que hizo ella sino por lo que hizo su padre, en todo caso si queremos ser justos también se le debería felicitar por los logros que tuvo su padre, y en San Martín existe la idea y la sensación de que él (su padre) venció al terrorismo, en razón a ello se vuelve monumental la emoción frente a la razón y por ello en San Martín se han vuelto casi imbatibles.
Mientras que en PPK encontramos el prejuicio peruano del gringo que todo lo compra todo lo vende, la tradición lobista y los grandes negocios en torno a los amigos de capitales extranjeros, pero hay quienes manifiestan que un viejito como PPK a estas alturas de su vida “ya no va querer robar”, argumento flojo y mediocre por supuesto que de alguna manera pierde fuerza para quienes creen que PPK es un profesional capaz aunque la página 11 lo condene o a pesar de que huyó del país en la época de Velasco, sin desmerecer el negociado del gas de camisea que también se le cuestiona.
Más allá de la catarsis política que podamos hacer, hoy en día hay un hecho concreto percibido por buena parte del electorado: Keiko Fujimori avanza su campaña con convicción y optimismo, quiere ser Presidenta del Perú y se lo ha tomado muy en serio, mientras que uno ve a PPK y pareciera que no se ha dado cuenta que ya está en segunda vuelta, y no me refiero a las poses o los gestos para la foto, me refiero a la actitud de Estadista que debería mostrar en este tramo final. Si las cosas se mantienen de este modo, el 5 de Junio quizá la derrota de PPK se deba con exclusividad a sus propios errores.
Así de complicadas están las cosas, uno de los dos será la o el presidente del Perú los próximos 5 años y tenemos que optar por uno de ellos, no creo que un voto responsable sea el blanco o el viciado, al contrario debemos emitir un voto aunque linde con el riesgo o con temores fundados pero debemos elegir, si nos equivocamos o no sólo será cuestión de tiempo para saberlo, porque también la democracia lleva en sus entrañas el riesgo de elegir bien o elegir mal, pues ese es el costo de pretender vivir en libertad.