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domingo, abril 28, 2024

Hipocresía y periodismo en el Perú

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Hola mis queridos y amigos lectores de los miércoles, estamos de vuelta como siempre con el pensamiento positivo y adverso a lo contradictorio de la vida. Es muy corriente leer y escuchar autopanegíricos en los medios de información, donde se proclama la objetividad, la labor de denuncia de corrupciones, sistémicas y el servicio social del periodismo en general en favor de valores democráticos. Este discurso encomiástico, conviene repetirlo para no devenir víctimas de una mentira reproducida constantemente, refleja no obstante un cinismo vergonzante.

De hecho, se establece la distinción entre periodismo convencional y periodismo alternativo, cuando en realidad, el único periodismo que se aproxima, aunque sea de modo asintótico a la definición utópica de periodismo, es este último. El periodismo convencional, salvo algunas honrosas excepciones, dependiente de correctivos económicos, financieros y políticos, simplemente debería llamarse de otra manera: gestión de comunicación persuasiva, medios de desinformación, transmisión de (des)conocimientos descontextualizados, industria de clichés, de banalidades.

El periodismo en nuestro país especialmente en nuestra región siempre se ha concebido desde perspectivas ambivalentes. Por una parte, como el ejercicio de la función social de denuncia y crítica de lo inicuo. En este sentido, se trataría de articular un aparato de contraposición a los abusos de poder de las elites políticas, económicas y sociales.

El discurso del periodismo normativo ha de suscitar la duda, descubrir las contradicciones de nuestra sociedad, las tensiones que la aquejan. En otros términos, ha de concitar el atrevimiento suficiente como para, aun a riesgo de poner en peligro la propia posición del periodista y de su institución, reprobar públicamente aquello que se considera injusto conforme a la verdad.

En definitiva, parafraseando a George Orwell, decir la verdad en una época de mentiras constituye un acto heroico. Por otra, el periodismo y los medios de comunicación concebidos como mecanismos de enmascaramiento y uso propagandístico de los poderes establecidos.

Desde el momento en que el periodista y el periodismo anteponen sus intereses personales y empresariales sobre el buen ejercicio de su profesión, los medios de información quedan reducidos al papel de órgano retórico de quienes detentan los poderes hegemónicos y por ende llamamos los “hipócritas de la información” abusando el espacio y la hegemonía y equivocación como rol comunicativo.

La pregunta que surge a la luz de estas dos perspectivas es cuál de estas dos orientaciones ha primado y prima hoy en día en lo que a periodismo se refiere.

Como es obvio, una cosa es la visión idealista y romántica del periodismo. Otra muy distinta, cómo las fuentes de poder, la propia estructura económica, política y laboral del ejercicio periodístico han barnizado los discursos de los medios de información hasta convertirlos en uno de los zócalos fundamentales para apuntalar los poderes establecidos.

Y teniendo en cuenta todas estas situaciones elementos fundamentales: Primero, un descubrimiento incómodo, la prensa al servicio de la verdad. Algunos “comunicadores” creen que cuando difamas a “alguien” o “algo” está informando la verdad sin las pruebas absolutas esa son relativas. Segundo, función y responsabilidad de la prensa en defensa de la verdad. Tercero “La verdad debe estar por encima de todas las conveniencias” señores, ¿no es estar siempre de acuerdo con el público? La misión de un periodista se reduce a ser útil a sus seguidores ser útil a la comunidad. Aquí se anula el sentido crítico de la prensa cuando puede atentar contra las bases socioeconómicas de los grupos sociales a quien sirve. Hemos dicho nuestra pensamiento, hasta la próxima.

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