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lunes, abril 29, 2024

El ADN de la corrupción

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Hablar de ADN, quizás la palabra más utilizada en lo que va del siglo XXI, podría parecer a algunos que es redundar en algo que ya ha sido estudiado y discutido hasta la saciedad. Hablar de un ADN de la corrupción, sonaría tal vez a herejía para algunos puristas de la genética y muy mal para los oídos de los que han hecho de la corrupción un modo de vida para ellos y sus familias y que no quieren ni escuchar que este vicio cultural esté en su ADN.

Sin embargo, si nos atenemos a los significantes estrictamente semióticos, el ADN de la corrupción no significa necesariamente la carga hereditaria de padres a hijos –o hijas- de un pasado de corrupción. Los o las que se sientan aludidos –o aludidas- siempre tienen como recurso el seguir mintiendo y distrayendo la atención de su propio y luctuoso pasado acusando a sus adversarios de las acciones e intenciones más descabelladas, que no hacen sino revelar sus propias y oscuras intenciones.

En realidad el ADN de la corrupción es más bien un asunto cultural que se va transmitiendo por generaciones y razas y a través de miles de años en las diferentes culturas, desde que se tienen noticias escritas y documentadas de la historia humana la corrupción está presente, desde los sátrapas babilonios que se apoderaban de una buena parte de los tesoros expoliados por los reyes a los pueblos asiáticos, hasta la actualidad, pasando por los mandarines chinos, los cónsules romanos, los califas, los inquisidores y toda esta vasta gama de fauna semi – humana que han convertido durante miles de años a la corrupción como su “modus vivendi”.

En el Perú del 2016, corremos el grave riesgo que los elementos sanos de la sociedad, representados por ciudadanos de limpia trayectoria política, económica y social, así como técnicos de primera y eficaz trayectoria, sean desplazados por aquellos que son portadores del ADN de la corrupción, es decir los fujimoristas, con lo cual cualquier proyecto de gobernabilidad viable y cambio promisorio para el país quedaría automáticamente desplazado.

El ADN de la corrupción no viene solo, viene acompañado del ADN del autoritarismo, de la tiranía, del recorte de los derechos humanos y civiles y por último –last but not least- de la quiebra y colapso del estado corrupto, tal como sucedió a fines de la década de los ’90 del siglo pasado cuando el dictador Alberto Fujimori decidió perpetuarse en el poder acompañado de su primera dama, su hija Keiko, y terminó fugándose a su país natal, el Japón, donde, entre otros lugares, parece que están parte de los 6,000 millones de dólares que le robó a los peruanos esta corrupta dictadura y que no tienen intenciones de devolver.

Allí radica el problema principal del ADN de la corrupción; aunque parezca duro decirlo no está en la transgresión moral que comporta ni el ejemplo perverso que da a las jóvenes generaciones, que luego quieren continuar por ese camino de aprovechamiento ilícito. El problema principal para los países es que en medio de la corrupción no hay nación que pueda desarrollarse con ningún modelo ideológico. Tan terrible denigrante, así como dañina para su país es la corrupción del “socialista” Maduro y compañía en Venezuela, como lo que fuera la corrupción del ultraderechista Suharto en Indonesia. .

El ADN de la corrupción no tiene ideología, se apodera de los organismos como si fuera un virus que arrasa todo a su paso y termina con proyectos románticos como el socialismo o despóticos como el fascismo. Lo que termina con todos estos proyectos políticos no son las propias fallas que están en su entraña ideológica, sino la corrupción. Existe un sólo sistema que hasta la fecha se resiste a ser destruido por el ADN de la corrupción: la democracia, que si bien no está libre de corrupción ni mucho menos, su propia naturaleza le hace desprenderse de los elementos corruptos al poner en práctica los anticuerpos de la libertad de expresión y de denuncia de la corrupción.

El 5 de junio se juegan dos opciones para el Perú: la que lleva consigo el ADN de la corrupción desde su origen, junto con todos o casi todos los que la conforman, y la que está compuesta básicamente de elementos no contaminados por este mal genético de las sociedades y trata de mantener el equilibrio de poderes para justamente evitar que la concentración de poderes sea el desencadenante que haga irreversible las manifestaciones más primitivas de la corrupción y el autoritarismo. Lo que escojan los peruanos este 5 de junio será lo que los definirá en la historia.

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