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sábado, abril 27, 2024

Después de la tormenta, con fe al bicentenario

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Culminado el proceso electoral, todos los peruanos esperamos que el ganador tenga la destreza suficiente para abrir los brazos a todos los peruanos contrincantes o no para empezar a labrar una patria de pan con libertad en unidad pero también con más justicia social que nos permitareducir las brechas de la desigualdad social.

Este último proceso electoral no es uno más de los tantos que hemos visto en la historia del Perú, ha sido un proceso muy singular porque desde la primera vuelta se observó una serie de situaciones bastante insólitas como el ocaso de la emergente candidatura de César Acuña o el ocaso de la entusiasta candidatura de Julio Guzmán, pero además culmina con la polarización del país entero, un norte y oriente naranja y un sólido sur siempre rebelde.

Mucho se ha dicho respecto a que somos un país adolescente, una República que no ha madurado lo suficiente para consolidar un Estado serio y moderno que garantice no sólo el respeto a los Derechos Humanos sino también un crecimiento económico con sensibilidad social. Todo lo anterior es cierto, pero nos satisface como ciudadanos alcanzar el cuarto proceso electoral democrático lo cual nos muestra ante el mundo como un estado que empieza a comprender que podemos construir una patria para todos respetando las libertades.

En este tránsito hacia el desarrollo, el próximo presidente del Perú tiene responsabilidades mayores en comparación a los que pasaron ya que nos acercamos a cumplir 200 años de vida Republicana y la expectativa de todos gira en torno a la consolidación del país liderando Latinoamérica.

Nada se construye bien si no hay amor por lo que se hace, y nuestro país requiere de amor para construir una patria para todos, esto último se denota en voluntad política y esa voluntad es la que tiene que tener el próximo gobernante del Perú, una voluntad que no se doblegue ante la oposición que pueda existir.

Nuestro próximo gobernante debe comprender que será el gran concertador de los próximos 5 años, pues el 2021 el Perú debería ser un Estado fuerte, un Estado disuasivo militarmente pero al mismo tiempo un Estado que levante la bandera de la unidad en Latinoamérica, un Estado que haya terminado por completo con la pobreza extrema, un Estado que haya mejorado sustancialmente los estándares educativos, un Estado que apoye decididamente a sus deportistas, un Estado fuerte para combatir a la delincuencia y la corrupción pero al mismo tiempo un Estado noble que invierta en el desarrollo personal de su propia gente.

La educación tiene que tener un lugar preponderante en los próximos 5 años. No hay país desarrollado que no haya invertido previamente en su sistema educativo. Es tiempo de mirar el horizonte a mediano y largo plazo, es tiempo de pensar en un proyecto país sobre la base de políticas de Estado como se ha hecho en otros países desarrollados.

Finalmente no podemos dejar de mencionar que se hace necesario el fortalecimiento de los partidos políticos como garantes de la institucionalidad democrática en el Perú. En definitiva, nos encontramos en un punto neurálgico de nuestra historia republicana en la cual tenemos la oportunidad de dar el gran salto al desarrollo en este nuevo comienzo rumbo al bicentenario o quedarnos con la frustración del pudo haber sido y no fue.

Seamos optimistas seámoslo siempre.

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