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domingo, abril 28, 2024

Al filo del abismo

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A partir del domingo 5 de junio, en que se efectuó el ballotage en las elecciones presidenciales de Perú entre el demócrata liberal Pedro Pablo Kuczynski y la ultraderechista Keiko Fujimori, la sensación generalizada era que el país se encontraba al borde del abismo. Sin embargo, no se trataba únicamente del resultado final, que –según el conteo rápido de las dos encuestadoras más serias- darían la victoria a Kuczynski por un apretado margen, lo que, en el conteo oficial, que tiene sus propios tiempos, fue confirmado, a pesar que recalcitrantes como Martha Chávez siguen hablando de fraude.

En realidad, el Perú se encontraba en una situación inédita y peligrosa desde antes de la primera vuelta electoral, en que se presentaron 10 candidatos presidenciales, cada uno llevando a 130 candidatos al Congreso. Los vicios en la legislación electoral llevaron a que fueran sacados de carrera dos postulantes con opciones de ganar, lo que permitió que el partido de Kuczynski elevara sus posibilidades como la opción más viable en un país que quiere afirmar sus instituciones –degradadas durante la dictadura de Fujimori en los ’90- y reclama que el crecimiento económico se traduzca en una mejor distribución de los ingresos.

Desde la caída del encarcelado Alberto Fujimori por delitos de corrupción y lesa humanidad, su hija mayor, Keiko, que fuera la primera dama de la dictadura de su padre, se dedicó a conformar un movimiento político que es calco y copia del que en su momento encabezó Fujimori. Para tener éxito en esta tarea, Keiko Fujimori emitió en su mensaje dos ideas-fuerza que serían su estribillo hasta hoy: que ella no era su padre y que por lo tanto no cometería los atropellos de éste, pero –contradictoriamente- se dedicó a recordar a los sectores sociales menos informados, principalmente en las zonas rurales y el lumpen de las principales ciudades, como Lima, la capital, las dádivas y mejoras materiales que les regaló Fujimori en los diez años que gobernó.

Es así que rodeada de un equipo en que se encontraban antiguos y siniestros personajes de la dictadura, que se habían salvado de la prisión, a diferencia de las decenas que aún se encuentran allí, y con las nuevas adhesiones conseguidas especialmente de una nueva clase emergente sin escrúpulos y ligada al narcotráfico, fue consolidando su figura. Esto llevó a que en las elecciones presidenciales y congresales del 2011 llegara disputar la presidencia al cuasi-chavista Ollanta Humala, quien sólo pudo remontar el ballotage al firmar un compromiso público de respetar las libertades democráticas y atemperar su programa económico chavista, cosa que cumplió.

En la primera vuelta electoral del 10 de abril de este año, los fujimoristas alcanzaron el 39% de los votos válidos, que, dado el alto nivel de ausentismo, en realidad reflejaban que no pasaban de un 25 % de la población electoral del país, que respaldaba las propuestas populistas del fujimorismo mezcladas con un programa ultraconservador en lo económico y social. Sin embargo, el arcaico sistema de repartición de curules en el congreso unicameral, permitió que gracias a la llamada “cifra repartidora”, Fujimori pudiera hacerse de 73 congresistas en un legislativo de 130, con lo cual alcanzó una mayoría no vista desde las épocas de la dictadura de su padre. El Perú ha estado al filo de la vuelta al autoritarismo y la instauración de un narcoestado si es que este 5 de junio, con el apoyo crítico de una izquierda moderada, Kuczynski no hubiera conseguido imponerse como el eje del equilibrio democrático de poderes.

Ahora es el momento en que el Presidente electo debe demostrar su calidad de estadista y la calidad del equipo que lo acompaña, como Carlos Bruce, Gino Costa, Mercedes Aráoz, Juan Sheput y Martín Vizcarra, así como de algunos que se han adherido a sus propuestas sin condiciones, como es el caso de César Villanueva de APP, que ha declarado que no está previsto que él sea el Primer Ministro del primer gabinete de PPK, pero que es algo que sin duda sería muy bien visto por todo el país, tanto por su eficiente gestión como Presidente Regional en dos períodos, como por su capacidad concertadora y sin anticuerpos. Personalidades como Jaime Delgado y otros que ya no estarán en el Legislativo sumarían calidad a un gabinete de ancha base.

Sólo desprendiéndose los políticos de sus motivaciones personales y dando lo mejor de sí por el país, es que este gobierno, que se presenta como la gran esperanza para millones peruanos, podrá sortear el filo del abismo en que nos encontramos.

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