No he sido un buen alumno en la secundaria y recuerdo muy pocos nombres de mis maestros. No obstante, tuve uno grande, que ya no veo mucho y de quien solo recuerdo el nombre, mas no el apellido: se trata del profesor Pedro, de la institución educativa 0620. No sé si aun seguirá enseñando, sin embargo, considero que ha sido fundamental para el éxito de los niños a los que desde los 6 años hasta los 11 formó bien, como se hacía antes, con el castigo si es que no cumplías adecuadamente con lo que tenías, lo que significaba un reglazo en el poto o en la mano, de acuerdo a su estado de ánimo.
También con su dosis de amor, con su mirada de cariño que te hacía sentir que tenías un padre en él. Realmente es de aquel hombre de quien aprendí lo más importante para enfrentar la vida. Es que era tan buen docente.
He visto a varios de mis profesores buenos hasta manejando motocars y me decía: ¡Si es que ese hombre merecía una estatua por su dedicación y por haber formado tan bien a un grupo de hasta 40 seres humanos!
Esas son las contradicciones de nuestra sociedad. Mientras el Estado promociona y aúpa a delincuentes, los buenos hombres permanecen olvidados para siempre.