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domingo, abril 28, 2024

El ocaso del derrotismo y el sendero del desarrollo

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No voy a descubrir la pólvora, pero la intento prender de cuando en vez. Es lo que pretendo, modestamente, hacer con estas reflexiones en torno al sistema de valores en nuestro sueño-esperanza llamado Perú.

¿Por qué somos un país considerado sub-desarrollado? La respuesta a esta interrogante podría ser más de una, e irían desde teorías sociológicas, teorías políticas y desde luego económicas. Durante todo este tiempo esa etiqueta de país sub-desarrollado nos ha marcado como segundones, con espasmos intermitentes de alguna gloria deportiva o de éxitos personales de paisanos nuestros que muchas veces se dan fuera del terruño que nos vio nacer y que de alguna manera trata de llenar ese vacío de logros nacionales infrecuentes que afecta desde luego al verdadero orgullo nacional, cuya aspiración no es un “algo” o un “estado” acabado sino la concreción permanente de hechos bien intencionados en la búsqueda inagotable de ser mejores ciudadanos en una mejor patria para todos.

¿Palabras utópicas? Tiene ese tufo a reflexiones románticas incluso, pero no olvidemos que- a decir de Anatole France – la utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un mundo mejor. Y es precisamente un mundo peruano mejor el que la mayoría (felizmente) queremos sin lugar a duda, a pesar del pesimismo terco que -aunque sea poco- creíble existe en una buena parte de peruanos, un derrotismo que engloba decadencia social y el “a mí que me importa si igual todos roban”, o el “me da igual quien sea presidente, total todos son iguales y no vivo de ellos”, y la no menos desdichada frase “hay que ver la forma como sacamos nuestra buena tajada, total al Estado hay que aprovecharle.”

Lástima, es lo que abunda, es lo cotidiano y huele a podrido. ¿Qué hacer?, ¿qué hacer en una realidad donde lo bueno y bien intencionado es calificado como “cojudo” o como “tonto”?, ¿qué hacer en una realidad donde lo malo pasa por bueno y lo bueno debe ser para lo malo?, ¿dónde está la falla?, ¿dónde debemos corregir para cambiar el curso de la procesión histórica? .Se habla de ajustar la economía para dar mejor calidad de vida a los peruanos, para combatir la pobreza, para hacer más carreteras, mejores colegios, mejores hospitales, tener más patrulleros inteligentes en las calles, aumentar el sueldo mínimo, etc. Pero de qué nos sirve como país tener menos pobres si el espíritu patriota está infectado de la criollada cotidiana – donde el más ruin es el más exitoso-, de qué nos sirve aumentar el sueldo mínimo si no existe cultura tributaria, de qué nos sirve tener mejores colegios si el contenido falla – recordemos que los célebres filósofos cultivaban el aprendizaje sincero al aire libre-, de qué nos sirve tener mejores hospitales si hay indolencia en los pasillos y consultorios – es el cumplir por cumplir – y es la típica queja del peruano, de qué nos sirve tener patrulleros inteligentes si antes la prioridad fue robarle al Estado con el amarre de la compra. Huele mal pero a veces no nos percatamos o preferimos seguir danzando el ritmo de “el que puede, puede, y el que no, que aplauda”, total no dicen pues que el ser humano es un animal de costumbres, quizá estamos adormecidos pero nunca es tarde para seguir prendiendo la chispa.

Ha de encenderse entonces la pradera cuando hayamos comprendido que nosotros, cada uno de nosotros, somos los arquitectos de nuestro propio destino pero al mismo tiempo responsables del tipo de estructura que construimos en la simbiosis hombre-sociedad, y que por tanto sí importa a quién eliges como autoridad, que sí importa dar la contra en un país donde ahora lo habitual es no saludar, no dar las gracias ni pedir por favor, pero ha de arder la pradera cuando en realidad entendamos que más que país sub-desarrollado somos un país adolescente sub-educado y que ahí está el quid del asunto. Pues, como siempre lo he dicho, no existe ni un solo caso en el mundo en el que un país considerado desarrollado o civilizado no haya invertido previamente en educar de verdad a sus niños y que haya sido prioridad formar a su gente dentro de una escala de valores que nazca desde el hogar y se complemente en los colegios, pero que al mismo tiempo se extienda ese compromiso a la prensa, sobre todo oral y televisiva, con el fin de ser un soporte valioso en la formación ciudadana para alcanzar al hombre nuevo peruano. Ese debe ser el más grande reto de los próximos 20 a 40 años, la gran revolución transformadora de nuestra conciencia nacional enmarcada en la búsqueda del estatus de país educado que nos lleve a la satisfacción de logros nacionales y a partir de ahí a un Estado desarrollado sin miseria moral ni espiritual. Salvo mejor estimación.

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