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domingo, abril 28, 2024

Madre: ¿solo hay una?

voces

En tiempos antiguos, las cualidades de la naturaleza salvaje se solían transmitir a través de las manos y las palabras de las mujeres que cuidaban a las jóvenes madres. Sobre todo las madres primerizas llevan dentro, no una experta anciana sino una madre niña”. Así describe Clarissa Pinkola, experta psicoterapeuta jungiana, la condición de las madres sin experiencia, que pueden tener cualquier edad o venir de cualquier lugar.

Aparentemente todas las madres primerizas somos madres niñas al principio y necesitamos de los cuidados de una mujer de más edad o de unas mujeres que nos estimulen y nos apoyen en el cuidado de nuestros recién nacidos.

Durante siglos, dice Clarissa, este papel ha sido reservado a las mujeres más viejas de la tribu o la aldea. “Estas “madres-diosas” humanas que posteriormente fueron relegadas por las instituciones religiosas al papel de “madrinas” eran un sistema nutritivo esencial de hembra-a-hembra que alimentaba a las jóvenes madres en particular”.

Las ancianas depositaban su sabiduría y ciertos comportamientos en las madres jóvenes. “En los seres sanos, el yo instintivo siempre bendice y ayuda a las que vienen detrás”, señala Clarissa.

Actualmente, lo único que nos queda es un rastro de la fiesta que precede al nacimiento del niño, famoso “baby shower”, en la que los chistes sobre el parto, los regalos a la madre y los relatos se aglutinan en unas horas, en donde la cerveza toma el rol principal para los futuros padres y de lo que la mujer no podrá volver a disfrutar a lo largo de toda su vida de madre.

¿Qué ha pasado con esas bellas y necesarias tradiciones alrededor de las madres primerizas?, ¿quién nos acompaña y nos guía a través de esos momentos de indescriptible trascendencia?

La vida comunitaria y sus sanas costumbres van desapareciendo cada vez más rápido. En casi todos los países industrializados actuales, la joven madre pasa por el embarazo y el parto e intenta cuidar a su hijo en solitario. Clarissa declara que esto es una tragedia de enormes proporciones, “ya que muchas mujeres son hijas de madres frágiles, madres niñas a su vez, y es muy posible que posean un estilo interno de “cuidados maternales” muy parecido al de sus madres”.

¡Pero por supuesto que la abuela, la tía, la suegra andan por ahí dando vueltas! Y eso, para algunas que las tienen cerca está muy bien. Pero, ¿eso implica necesariamente que se transmite sabiduría? ¿De qué manera las madres maduras apoyan a sus hijas, nueras y demás en la crianza de sus hijos, sobre todo al comienzo? En qué medida estas madres más experimentadas son conscientes de que el apego a sus nietos muchas veces les lleva a criticar duramente a la madre joven o incluso a veces hasta “robarle” un poquito su maternidad y sobreproteger a sus bellos “nuevos hijos”.

Bueno, no hay que desesperarse, porque remedios hay y todas podemos acceder a ellos.

Ser conscientes de que estamos solas en nuestra maternidad es ya una buena parte de la solución.

Pinkola sugiere que el remedio consiste en “mimar amorosamente a la joven madre que una lleva dentro, lo cual se consigue por medio de mujeres del mundo exterior más sabias y maduras, preferentemente templadas como el acero y robustecidas por el fuego tras haber pasado por lo que han tenido que pasar”.

Es decir, dejar de hacerse o creerse la mujer maravilla en la maternidad es una buena idea, ninguna mujer debería asumir tal misión en su vida, en solitario. Por el bien de su hijo y de ella misma. Sí, sí, el padre también está ahí, también cambia pañales, también se desvela cantando cancioncitas, ¡pero también es primerizo pues!

Estar atentas a nuestro entorno para dejar llegar la conexión con madres guías adecuadas es lo que nos podría ayudar a mimar a nuestra madre interior; podemos llegar a tener muchas madres, aunque tengamos la madre más maravillosa del mundo. Cruzamos en el camino mujeres que se quedan mucho o poco tiempo, que se encuentran en nuestro pasado o frente a nosotras y que tendrán la actitud y el cariño necesarios para aconsejarnos y guiarnos cuando queramos apretar los dientes o cuando nos desborden las lágrimas.

Algunas veces puede pasar que creyendo que contrataste a una mujer para que te ayude con los quehaceres domésticos cuando nace tu hijo, resulta que acogiste a un ángel salvador, que humildemente te entrega esos gestos, esa información que necesitabas y que entiende esas emociones que sólo una madre podría comprender. Además, es con la única con quien puedes ducharte con toda la tranquilidad del mundo mientras carga a tu retoño.

Licenciada de la Universidad de Lima y Master en psicología clínica y psicopatología de la Universidad Pierre Méndes France, Francia.
Citas al # 949795431

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