El 8 de marzo, es un día que tiene un significado mucho más importante que el que comentamos cada año, pues se conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona y eso hay que reconocerlo.
Escuché muchas veces decir, qué tanto buscamos las mujeres si ya logramos mucho, escuché a mi lado decir que ya exageramos al exigir nuestros derechos, porque ya los tenemos.
Muchos mensajes que nos alientan a seguir adelante, muchos compañeros que luchan por los derechos de las mujeres, muchas luchas para lograr una verdadera independencia, pero muchas veces nuestro primer freno, la primera mala cara, la vemos en la propia casa.
Cuando el papá “cuida” demasiado a la hija, cuando el esposo le pide a la mujer “que no abandone” a la familia por tener mucho trabajo y finalmente, algunos hijos que no han entendido (porque no se les enseña), que la madre también puede tener reuniones de trabajo hasta tarde y por qué no, salir a divertirse.
Debemos dejar de tener sentimiento de culpa cuando no podemos hacer lo que nos han enseñado de pequeñas a ser “las reinas del hogar”, lo que no significa que no cumplamos con nuestras responsabilidades, pues “dejar” a nuestros hijos o a nuestras hijas por profesionalizarnos, por capacitarnos o por trabajar, debería hacernos sentir orgullosas de poder darles el ejemplo que con esfuerzo podemos lograr muchas cosas.
Hoy reflexionemos, hoy abracemos más esperanzas de sentirnos más seguras en una sociedad donde las mujeres somos el índice de mayor vulnerabilidad en lo que a atentados se trata, en la misma casa, en la calle, en el trabajo, el acoso es una constante.
Celebremos a las mujeres, reconozcamos a quienes lucharon para que hoy podamos desenvolvernos en espacios que antes eran impensados. Yo me quiero libre, si me quieres así, dame la mano y caminemos junt@s.