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miércoles, mayo 1, 2024

La guerra de los tontos

detintaypapel

No somos capaces de vencer nuestro egoísmo interno y estamos pretendiendo vencer el mundo externo asesinando a los propios seres humanos. Estamos demostrando con nuestras actitudes, que ni siquiera sabemos dónde estamos y simplemente nos comportamos como autómatas dogmatizadas.

Las lluvias extra ordinarias generan el incremento del volumen de las fuentes de agua y allí pataleamos en el barro de nuestras incompetencias y necedades. Las crecidas de los ríos no deben ser problemas, porque son recursos naturales que de todas maneras aumentan sus caudales cuando llueve; esa aseveración no es ninguna novedad. Otra cosa es que el sistema gubernamental, de todos los niveles, no define políticas claras y no hace cumplir sus propias normas. ¿Qué va pasar con las casas de adobe de los cerros ante la inesperada llegada de un terremoto? En ese tema también ocurrirá como con las crecidas de los ríos. Estos son temas que ni siquiera deben ser materia de comentario, porque de oficio, ipso facto, deberían recibir tratamientos adecuados.

El ser humano aun no toma conciencia de la relación que debe existir entre su población y la superficie donde habita. Existe una ley de poblaciones, en la que se establece mediante estudio, que las poblaciones de seres vivos se mueven en función al tamaño del territorio y a la cantidad de alimentos disponibles. El planeta tierra solo dispone menos del treinta por ciento de superficie para la vida de seres humanos. Ésta superficie no va aumentar.

Entonces, debe determinarse de inmediato, la máxima población humana que la poblaría. Es posible que usted y yo estemos por encima de ese tope poblacional, que ya estemos sobrando. ¿Por qué se calla? La ONU debe definir bien esta valla poblacional. ¿Quién querrá quedar fuera? No se trata tampoco de disponer la eliminación de los seres humanos excedentes, porque nadie quisiera estar en esa condición, porque a nadie le asiste el derecho de tomar esa determinación. Empero, en vista que la tierra está dividida en países, que estas vallas se den a conocer a todas las naciones. La ONU debe delinear criterios generales, a ser tomados en cuenta, para que los países, mediante políticas nacionales, determinen mecanismos democráticos para procurar manejar sus poblaciones, por supuesto, exentos de discriminaciones. Todo ser humano tiene derecho a la vida, pero una vida con dignidad, con iguales oportunidades que los otros seres humanos del resto del mundo. Nadie puede caer en la mediocridad extrema de ufanarse en niveles inexistentes de superioridad, por decir, por el color de la piel, por rasgos fenotípicos especiales, por lengua, sexo, etc. Todo ser humano, es un ser humano, hecho a imagen de Dios, bajo el mismo molde de su amor. Entonces, el tema de posesión de la tierra por las poblaciones humanas es prioritario a resolver. El tema de respeto al medio ambiente no es menos importante, porque es el ser humano el que llega después, para que en él y de él viva. Sin embargo, a sabiendas que sin los recursos naturales los seres humanos no podemos vivir, hacemos lo imposible para destrozarlos, talando los bosques vírgenes sin razón sustentable, contaminando los ríos con veneno, contaminando el aire que se respira, asesinando sin piedad a los animales silvestres hasta llevarlos a la extinción. Nuestro comportamiento está lejos de ser de personas inteligentes.

No solo hacemos estas cosas desastrosas, ahora organizamos guerras tontas, poniendo al descubierto nuestra pobreza intelectual y espiritual. Si fuéramos inteligentes, fácilmente encontraríamos puntos en común que nos permitirían vivir en auténtica armonía social. Si tuviéramos el corazón lleno de amor, bueno, con algo de amor, ni siquiera necesitaríamos de palabras para fusionarnos en fraterno abrazo de hermandad; y, ni pasaría por nuestra mente ni por nuestro corazón, la malsana intención de asesinar a un ser humano. La decisión de entrar en guerra, no es otra cosa más, que desnudar la ineptitud de nuestra capacidad intelectual y del contenido vacío de nuestro corazón. Grande es la pena, por quienes pretendiendo aparentar riqueza material, disponen emplear armas que matan personas, dando a conocer también su pobreza espiritual.

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