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miércoles, mayo 14, 2025
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Los intelectuales y los candidatos de tecnopor

Leopoldo Zea, el excepcional filosofo mexicano y uno de los pensadores del latinoamericanismo integral en la historia, lo dejó claro hace décadas: Los intelectuales están irremediablemente condenados a participar en dos luchas: la que salpica en el terruño propio -junto con el proletariado que intenta una nueva forma de comunidad- y la gesta contra el colonialismo y el imperialismo bárbaro.

Tomando quizá como referente el postulado de Jean Paul Sartré sobre el problema de la función del intelectual en la lucha de clases, Zea (más cercano a nosotros por compartir el útero latino) había bosquejado la que quizá sea la receta para escapar del infortunio continuo, de la corrupción hecha metástasis, de los candidatos puestos por su avaricia y la ceguera de una sociedad narcotizada por lo banal, chévere y pulenta… ¿no cho?

Pero en el Perú no pasa nada. Si uno revisa la historia republicana, ningún intelectual ha ejercido la presidencia. Quien más se acercó a esa definición fue Fernando Belaúnde Terry. El hombre de “El pueblo lo hizo” fue un técnico con glamour, pero equivocó el camino creyendo que la amazonía era un edén agrícola y entonces todo se derrumbó.

Pero ¿por qué ningún intelectual saltó de su sillón de Sócrates y se sumergió en el pantano político para tratar de adecentarlo un poco? Hay dos teorías: La primera es el miedo a repetir la tragedia de Mario Vargas Llosa. ¿Si ni el escritor más famoso del Perú pudo ganar, entonces cómo lo haría alguien con menos reflectores y presupuesto? Tremendo acertijo se ha convertido en una suerte de antídoto para quienes alguna vez sopesaron la posibilidad de torpedear la política.

Lo cierto es que da náuseas. Provoca arcadas la vulgaridad como ADN, la precariedad de ideas y el apetito bursátil que demuestra la clase política actual. Abogaditos sin experiencia, ingenieros de medio pelo, médicos sin horas de vuelo, contadores con dislexia, plagiadores confesos, regentes de prostíbulos clandestinos y ex matones del mercado de productores, conforman el 90% del actual poder legislativo. Y ni qué decir si le pasamos los rayos x a las municipalidades, gobiernos regionales y el Ejecutivo del presidente genuflexo.

Con tanta podredumbre resulta hasta casi comprensible que los intelectuales hayan hecho caso omiso al deber de salvar la patria de los ganapanes. ¿La segunda teoría para la inamovilidad de la clase pensante? Pues es, sin duda, la falta de presupuesto para enfrentar las campañas de los barones de la droga, de los caporales del contrabando, de los ahijados de los grañas y monteros, de los entenados de los chicos del socavón. De los testaferros de los Romero y compañía. Entonces, meterse en política infiere abrir la ventana del auspicio nada neuronal, significa el aterrizaje de fajos sin partida de nacimiento, pero bien lavaditos. Ergo, la clase intelectual ha preferido históricamente dar un paso al costado y no salpicarse.

Su trinchera ha sido la columna de opinión de los medios, el ensayo increíble para salir del hoyo, pero presentado ante cuatro gatos en una universidad pública en Normandía. Su ecosistema ha sido el ágora extranjera donde sus postulados saben a naftalina. Sobre todo, en países donde la corrupción y la delincuencia gubernamental son parte de alguna sala museográfica donde se expone como ese cáncer fue abatido con un poco de consecuencia y patriotismo.

El Perú y San Martín requieren de ellos. Nos urge que los intelectuales despierten de sus sueños de bibliotecas, que salgan de sus chácharas bohemias y se enchufen en la realidad. Si no, seguiremos escuchando a los mismos payasos de siempre. A esos que prometen metros en ciudades sin pistas ni alcantarillado. A esos que sonríen como meretrices anunciando estadios y que posan con las calatas más mediáticas para ganarse el voto del causa, del que se embriaga el sábado con lo que ganó toda la semana.

Necesitamos la aniquilación inmediata de los candidatos de tecnopor. De esos que contaminan y llegan para robar. Sonríen con sus caries esmaltadas, con el polito piqué para parecer obrero, se toman selfies con niños mestizos y dicen que frenarán la deforestación, pero no saben qué es sostenibilidad. Desconocen mayormente cómo enfrentar la pérdida de bosques y resguardar el agua de la gente. Ni un ápice de biodiversidad en sus planes de gobierno. Ellos son los candidatos de tecnopor, los que ahora lideran las encuestas, los que pagan anfitrionas, los que van al carnaval a poner cervezas, los que imprimen volantes… porque les falta corazón.

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