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jueves, mayo 15, 2025
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¿Y la solidaridad con Haití para cuándo?

El 26 de febrero se dio el último vuelo de la Fuerza Aérea Chilena hacía Puerto Príncipe, la antiquísima, bella y sangrienta capital haitiana. Encubierta como una operación de apoyo llamada “Plan Retorno”, lo cierto es que no tiene nada de humana, sino, más bien, mucho de miserable y xenófoba.

185 ciudadanos haitianos fueron devueltos tras negarles permiso para trabajar en Chile y acusarlos de ser un peligro inminente para la economía. Pero detrás de esta medida está lo que intelectuales, periodistas y la iglesia cristiana llaman, sin pelos en la lengua, como racismo selectivo.

Leer los diarios que no son del tinglado de la familia Edwards (amos de El Mercurio, algo como los Miró Quesada con El Comercio) nos da una idea clara de la selección de inmigrantes no aptos por atentar contra la raza. Al mejor estilo del ex presidente Bulnes, que importaba alemanes en el siglo XIX; ahora se están deshaciendo de los haitianos a una velocidad crucero y que dista mucho de la que tienen contra, por ejemplo, venezolanos o colombianos.

Según cifras oficiales, el programa de repatriación del vecino del sur ya cuenta con al menos 2.336 haitianos inscritos, gente que regresará a la miseria de un país de 27 mil metros cuadrados y cerca de 12 millones de habitantes. Una demografía salvaje que empobrece año tras año ese pedazo de isla que comparte la boyante República Dominicana.

Haití enfrenta ahora una convulsión social con muertos en la calle y cámaras en off. Once bajas, según los reportes oficiales sólo la semana pasada, es el saldo de la escalada de violencia que ha teñido de sangre e impotencia sus calles. Tanto así, que el primer ministro de Haití, Jean Henry Céant, anunció la reducción de los precios de los alimentos y los gastos del Ejecutivo para aplacar la ira popular y los disturbios.

¿Qué pide el pueblo? Pues la dimisión del primer ministro y del presidente, Jovenel Moise, en medio de un clima hostil que llevó a EEUU a ordenar la evacuación de todo el personal no esencial de su embajada, la semana que pasó.

Sobre poblado, con un ingreso per cápita diez veces menor que el de sus vecinos, sin recuperarse del terremoto del 2010 que mató 150 mil personas, con una pequeña oligarquía que ha capturado el poder, con la cancelación en EE.UU. del estatus de protección temporal y con la ley retroactiva dominicana que le quitó la nacionalidad a los haitianos nacidos en su país hasta 1929, la situación es desgarradora en un país con 70% de pobres extremos.

Pero, claro, como no se trata de una nación que exporta misses ni petróleo, para Haití no hay conciertos ni bengalas multicolores. Ni portadas de periódicos genuflexos, ni caviares marchando y deglutiendo arepas para las cámaras de televisión. Cero, silencio, complicidad lacaya con esta población afrocaribeña que no tiene Punta Cana ni Coco Bongos donde tomarse selfies.

 

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