Está a punto de terminar los cinco meses de gobierno regional y municipal en el país. Los gobernadores y alcaldes al ser elegidos 04 años, tienen no solo para sanear la situación económica y deficitaria que dejaron los gobiernos anteriores, también tienen la gran oportunidad para emprender y desarrollar los proyectos en cada comunidad urbana y rural. Tienen para sentar las bases para que los gobiernos próximos que han de venir, gobiernen sin justificación de ningún atraso y sin poner plazos de cien días como siempre de una manera vana les ponen en espera a los pueblos.
Cada nueva gestión que entra en cualquier escenario de administración, ya sea local, regional y nacional, siempre le seguirán ofreciendo al pueblo paciencia y más paciencia. No obstante la realidad seguirá oponiéndose, porque poco o nada se viene haciendo para que los municipios por ejemplo trabajen de una manera integral las acciones que tienen que realizarse a favor de la ciudadanía.
Que el ciudadano sepa que lo que está pagando sus tributos, se revierta en beneficio de sus calles, de su entorno y de toda la comunidad. Otra razón más no existe, otra lógica no existe en el esquema mental y colectivo de la gente. El ciudadano tiene que estar seguro y confiado que los tributos mensuales no se conviertan en trampolín a favor de los funcionarios que administran los recursos económicos que mensualmente ingresa a los municipios y que éstos a igual que los gobiernos regionales, tienen pequeñas o grandes cajas económicas que deben ser no solo transparentes en la documentación sino en la realidad de los hechos colectivos y en la realidad de cada ciudadano.
Esto no viene ocurriendo en nuestras sociedades. Si algo hace un gobierno regional o municipal, es porque ya existen los elementos necesarios a disposición de cada una de las autoridades, de ahí a gestionar a niveles más altos para que los recursos escasos que tengan no sigan siendo limitados, existen grandes barreras.
Existen alcaldes por ejemplo que quieren vivir solo del Foncumun y que se justifican que no tienen más dinero para hacer obras de regular envergadura en sus comunidades. Amén si el pueblo o las comunidades no exigen o piden cuenta a sus autoridades.
¿Qué ocurre al término de sus gestiones? Cuando el pueblo debería quedar contento. Ellos son los satisfechos, porque al final de sus mandatos, no solo exhiben grandes propiedades, sino también vehículos de lujo.
Esta vida fácil de conseguir las cosas de una manera fácil, le ilusiona a más de un ciudadano para aspirar a ser alcalde o gobernador. Y si las cosas también se pudren a nivel judicial, ya sabemos que toda denuncia termina siendo archivada, como pretenden hacer los grandotes a nivel de Lima, caso Villarán y Keiko que buscan que sus denuncias queden absueltas, y consigan la libertad para seguir sorprendiendo al pueblo peruano con el tonto despropósito de que son víctimas de la persecución política.
En este escenario la única víctima es el pueblo, que permanentemente viene siendo estafada por sus autoridades que dijeron cuando eran candidatos que serían los primeros en denunciar todo indicio de corrupción y latrocinio. ¡Cómo cambiaron de parecer en poco tiempo! Son los “últimos” que se “enteran” que están metidos hasta el fondo en el fango de la corrupción.
Todo esto puede cambiarse con verdaderas reformas que se suscriban en el Congreso. Situación ésta que no ocurrirá nunca, mientras estén en ese lugar esa lacra colectiva de fujimoristas y apristas que dicen ser representantes del pueblo. No tienen esos señores (por no decirles otra cosa), ni el mínimo honor más que el gran oportunismo de aprovecharse del cargo de congresistas que les cae demasiado grande.
El pueblo debe seguir pronunciándose, porque hay la idea de que el pueblo elija a profesionales honorables y competentes para la elaboración y propuestas de reforma en todos los niveles y modalidades y ser elevado hasta el más alto tribunal de la judicatura en el país.
Serían reformas políticas de verdad, sin ningún nombre de preferencia politiquera como lo vienen haciendo todo este tiempo esa lacra de congresistas fujimoristas y apristas agrupados en una asquerosa cloaca.