Tras el anuncio de los resultados electorales del 10 de abril último, las principales reacciones dentro del APRA apuntaron a buscar responsables, mientras que el desconcierto y la incertidumbre ganó terreno sobre todo cuando el mismo Alan García manifestaba públicamente su renuncia a la presidencia del partido con un rostro de mea culpa que no conocíamos de él.
Han pasado varios meses desde que se anunciara incluso la realización de un congreso nacional partidario que buscaría reimpulsar el partido de Haya de la Torre, pero se frustró hasta en dos oportunidades, ahondando el malestar en los militantes. Lo que se percibe a nivel nacional es descontento y desconfianza hacia los que han venido conduciendo el partido por varios años, las bases piden ser escuchadas y que se les devuelva el poder de elegir y ser elegidos democráticamente. Es evidente que el centralismo limeño no sólo ha sido un flagelo para el progreso de las provincias, pues también ha ganado espacio dentro de los partidos políticos, sin embargo en el APRA resulta más contradictorio al tener éste origen provinciano.
El reto para reconstruir al partido más añejo del Perú es muy elevado, pues en opinión de algunos se necesita llevar a cabo una reingeniería estructural, recuperar la mística partidaria en su sentido más amplio, modernizar al partido como lo hizo el PRI en México, pero sobre todo recuperar con hechos constructivos y propositivos la confianza de las clases populares, en tanto que ahí radica la razón de su existencia; alejado el APRA de ellas se condena a su progresiva reducción.
Hay cosas que muchos prefieren callar dentro del APRA para evitarse la fatiga explicativa, hay quienes acallan a otros invocando disciplina y parafraseando a Haya que en otros contextos y otros tiempos llamaba a no ventilar las cosas del partido. Pero no seremos ni más ni menos apristas escudando cobardías bajo la sombra de una supuesta disciplina, pues en nombre de ella muchos apristas soportaron atropellos y otros fueron cómplices dentro de la misma organización, eso debería cambiar. Un buen comienzo es sentar posición como lo han hecho algunas regiones donde las Secretarías Generales se han pronunciado respecto a los acontecimientos que vienen ocurriendo y respecto a lo que debe ocurrir para relanzar al APRA; sin embargo, en San Martín el PAP permanece aletargado, como si se encontrara a la espera de las decisiones que tomen arriba (como siempre). Estoy seguro que la militancia y los simpatizantes esperan de sus dirigentes electos una actitud proactiva y hasta de rebeldía que les devuelva la esperanza de tener un partido respetado.
A título personal creo que el más indicado para relanzar al APRA a nivel nacional y generar expectativa en la población no aprista es Enrique Cornejo, un técnico inteligente y sobre todo decente, quien no la tiene fácil desde ya, pues la vieja cúpula que tanto daño le ha hecho al partido de Victor Raúl se resiste a soltar el timón del barco, han iniciado una campaña de desprestigio hacia él e incluso buscan minimizarlo lanzando al ruedo al más hábil y elocuente, sino cómo se explica la presencia de Alan estos días por las bases del norte del país. Consideran muchos apristas y coincido con ellos, que Alan es un estadista de primera e hizo un buen segundo gobierno, pero no es lo que el APRA como organización política necesita para iniciar una nueva historia.
Mientras que en San Martín ¿habrá llegado el turno también de dar pase a políticos emergentes, centrados y decentes para conducir las secretarías generales regionales? Por ahora no lo sabemos, pero sí existe unanimidad en torno a impulsar un verdadero cambio positivo del PAP de cara a su centenario. El Perú lo reclama así, aunque muchos no lo digan ni otros no lo crean.