Se ha percatado que en todo momento bajo casi cualquier circunstancia usted está recibiendo información de algún tipo. Me refiero al amanecer una alarma que puede ser una canción o no, luego de esto entre el lapso de la ducha al desayuno puede decidir encender el radio, el televisor, o activar el reproductor mp3, en caso no lo haga podrá recibir luego el ruido del vecino haciéndolo o, los primeros coches del día, quizás al desayunar ojee un diario, y luego en el resto del día comenzara a saludarse con otros, conocer sus estados de ánimo sus anécdotas, luego recibirá instrucciones del trabajo, mails, noticias de las redes sociales, probablemente nuevamente un mp3 se encenderá y resolverá uno, dos ,tres, ene cantidad de problemas. Al almuerzo si decide estar solo recibirá instrucciones del menú, de lo contrario se enterara de nuevas informaciones de sus compañeros de comida, al trasladarse tendrá que haber estado atento a las señales de tránsito, indicaciones de conductores y peatones. Entre este tiempo es probable que haya recibido una, dos o hasta veinte llamadas. Y así se extiende el día entre publicidad en las calles, publicidad en las cosas, publicidad de un amigo que recomienda algo, más noticieros, quizás una serie, un libro, redes sociales nuevamente, y más y más…
Dado que el cerebro puede sostener una atención flotante que enfoca a disposición podemos lograr manejar toda esta cantidad de carga de datos, sin embargo cuando este manejo de información comienza a sobrepasarnos nuestro sistema nervioso central diseña procesos de memoria con los que ya no prestamos la misma energía para procesar la estimulación a la que somos expuestos, respondiendo así de manera mecánica. Razón por la que de pronto comienza a ser normal. Ese momento es cuando la publicación de un estado emocional nos parece de la misma categoría de gravedad que una crisis de corrupción política, o la boda de un artista famoso, o los comentarios de preocupación de la profesora de mi hijo que me pide más atención a su desarrollo. Todo se relativiza y por lo tanto esto afecta las decisiones de mi vida, ya que para tomar decisiones adecuadas es necesario primero acceder a la mayor información posible y analizarla cuidadosamente, pero esto resulta imposible si tenemos una avalancha de datos y ofrecimientos, provocando un cerebro congestionado y unas emociones embotadas. Entonces no nos regocija el canto de las aves, ni nos enfurece hectáreas de bosque destruido por sembrar palma de aceite, y sólo lo escandaloso y bizarro nos despierta, el morbo dela sexualidad en la televisión, la sangre explicita en los diarias y más…
Entoces…¿Alguna alternativa entonces para recuperar la senda de la paz y decidir con mayor sapiencia y hacia el equilibrio?, claro que sí y nuevamente es el conocimiento milenario que nos entrega la respuesta. Meditar. Diversas disciplinas de desarrollo espiritual han creado instrumentos y métodos de meditación, los más conocidos son relacionados al budismo y las filosofías de oriente siendo populares la meditación Zen, el yoga, el Tai chi, etc. Sin embargo el catolicismo también comprende algunas alternativas entre ellas la oración y rezar el rosario. Con frecuencia estas actividades están relacionadas a pedir a Dios algo y sin embargo es en estos momentos donde podemos concentrarnos en tomar conciencia de nuestra respiración, relajar los músculos, identificar sensaciones o dolores leves, intentar poner la mente en blanco, repetir unas palabras con significado profundo pero repetitivo (oración), que es lo mismo que en la filosofía budista se conoce como mantra. En la medicina amazónica existen también alternativas para aislarse de los estímulos y esto tiene que ver con periodos de aislamiento en entornos naturales, o cerca del río, siendo presentes también la toma de plantas purgativas. En la modernidad estos ejercicios han sido sistematizados y entregados con el nombre de “Mindfullnes” que también resulta útil.
Atrévase…
Humberto Solórzano